Devoción al Sagrado Corazón

🗓️13 de enero de 2022 |

Mucha gente piensa que estamos en el final de los tiempos. Todo pinta bastante mal. La plandemia ha terminado por desnudar una crisis mundial en todos los sentidos (moral, económica, logística y médica), en la que predomina lo negativo.

Pero los católicos tenemos Esperanza. La certeza de Cristo, que ha derrotado al pecado, y su victoria sobre el mundo, nos llenan de alegría y nos impulsan a divulgar la Buena Noticia cada día, mediante nuestras acciones.

Muchos nos preocupamos con problemas terrenales, nos enredamos en ellos y desesperamos por resolverlos, actitud que descubre una distracción y una falta de Fe. ¡Sonriamos! ¡Anunciamos la muerte y proclamamos la Resurrección!

Renunciar a uno mismo por Amor a los demás, entregarnos hasta el extremo de la propia vida, nos acerca a Dios. Tenemos que dejar morir a nuestro yo para que Cristo viva en nosotros. La semilla no germina si no muere. El Bautismo del hombre viejo genera el hombre nuevo.

Si vivimos en un mundo empequeñecido por contemplarse a si mismo y olvidar que la grandeza está en el sacrificio y la renuncia, la actitud para superarlo y volver al camino de la salvación es precisamente volver a Dios, ofreciéndonos en oblación junto con los Corazones de María y de Jesús.

María nos enseña el abandono radical y confiado en la Voluntad de Dios, la renuncia extrema a nuestros deseos más profundos para que sea Dios quien haga en nosotros según su Palabra, es decir, como Jesús es la Palabra de Dios, conforme al Corazón de su Hijo: El Corazón de Jesús nos enseña a ser hijos obedientes, consagrados a dar cumplimiento a la Voluntad del Padre. 

Que nuestra vida sea plena, con la renuncia, el abandono, el sacrificio y confianza puesta siempre en Dios. Cada momento del día que vivimos, puesta absolutamente al servicio del Reino de Dios, para su mayor gloria, amando a los demás como Él les ama.

Los católicos queremos que Jesús reine en este mundo, y para eso tenemos que dejarLe reinar primero en nuestro corazón y en nuestra familia. La verdadera alegría consiste en cumplir la Voluntad de Dios, que está vivo, y está presente en cada momento de nuestra vida. Actúa en todos los instantes, pero el mundo, con sus distracciones, no nos deja verlo.

La vida Sacramental, la oración, la palabra de Dios y la entrega a los demás nos ayudan a construir el Reino de Dios.

Cada acción o preocupación, importante o sencilla, grande o pequeña, desde poner la mesa para la familia, explicar a un hijo los deberes, ayudar a otra persona, aguantar ofensas privarnos de caprichos o comer lo que no nos apetece, puesta en las manos de Dios tiene un valor infinito: Por eso nos paramos antes de hacerlo, para ofrecérselo, pensamos un momento “Por Dios”, y le decimos de corazón que lo vamos a hacer para que El saque algo bueno de nuestra acción. 

Jesucristo ofreció su vida para salvarnos. Ofrezcámosle nuestra vida cada mañana en agradecimiento por su amistad.

Durante el día, ejercitemos la contemplación. El cuerpo humano, la naturaleza, la belleza, la bondad… Todo lo bueno, todo lo bello, todo lo verdadero, viene de Dios. Tenemos que parar, observar, admirar, y dar gracias.

A las tres de la tarde recordamos que Cristo ha dado la vida por cada uno de nosotros. Es buen momento para rezar un Viacrucis por un alma del purgatorio. ¡¡Si sacamos a gente de allí y van al cielo gracias a nuestro pequeño esfuerzo, estarán agradecidos y nos ayudarán!!

La vida es un camino de oración: Pasemos unos minutos en silencio, tratando de escuchar la voz de Dios en nuestro corazón. Avancemos por las moradas de la vida interior. Contémosle nuestro día, abrámosle nuestro intimidad, y contemplemos el Sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados.

Miremos al cielo y quedémonos siempre cerca de Nuestra Madre. El Santo Rosario nos ayuda a meditar con ella y guardar en nuestro corazón los misterios de la vida de Jesús.

Leamos más la Biblia. Es Palabra viva que transforma nuestra existencia, es alimento para nuestra alma y lectura divina.

Tratemos de sacar siempre lo bueno de toda situación. Dios es Misericordioso. El Corazón de Jesús es Manso, Humilde, Pobre, Sencillo y nuestra actitud debe ser como la suya. Ante el mal, sintamos pena y compasión, padecer junto a Jesús la ofensa o falta de Amor, y tratar de poner más amor para superarla. Con el Amor de Dios, la misericordia y la reparación, nos uniremos al Sagrado Corazón de Jesús y nos abandonaremos en las manos de Dios.


José María Piñar Pinedo

Católico, español, marido, padre, empresario *. (*) El orden de los factores altera el producto. 45 años peregrinando por esta tierra, inmensamente agradecido en mi pequeñez por el amor que Dios nos tiene, a pesar de mi pobre correspondencia, y con muchas ganas de ganar el cielo trabajando por Dios y por la Hispanidad. Tristes por la situación de nuestro país, no muy agusto en los ambientes católicos donde nuestra vida se desenvolvía, con la intención de encontrar un entorno mejor y la mejor educación para nuestros cinco hijos, nos mudamos a Tejas en agosto de 2019. Aquí estamos felices, rezando para volver cuando Dios quiera.