“¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si al final pierde su alma?”
Marcos 8,36
Aunque normalmente escribo sobre el matrimonio y la familia, tema de mi mayor devoción porque lo he sentido como misión especial que el Señor me ha concedido, confiando que lo haré según Su corazón y agrado, por ser este sacramento tan sagrado. Hoy he escogido un tema que considero importante y además actual.
Me pregunto si es que acaso No hemos aprendido nada, y elegí este título porque me asombra que después de casi dos años en que gran parte de la humanidad ha estado confinada, viviendo distanciada y en medio de otras circunstancias especiales, pareciera que muchos podríamos seguir siendo los mismos, sin aprovechar todas las enseñanzas de esta situación que vivimos desde el 2019 y que nos han debido animar a ser mejores y a vivir más en la presencia de Dios.
¿Por qué digo seguimos siendo los mismos? Porque hoy con las redes sociales donde se ventila lo mínimo y se expone hasta la intimidad de las relaciones, hogares y vida del ser humano puedo leer los comentarios agresivos y ofensivos que se publican, en vez de haberlos modificado por otros más humildes, tolerantes y caritativos que nos conduzcan por caminos para mejorar como personas, familias y sociedad.
El hecho de que una persona no haga lo que la corriente promueve, no es motivo para ofenderla con insultos o discriminaciones, tal y como muchos están viviendo. En menos de dos dias me han hecho comentarios como, “Yo no estoy con nadie que no está vacunado”, “ Es increíble que haya gente indolente y sin temor de Dios, ni amor por su propia vida y la de sus familias”, “Deja de ser conspirativa”, “Eres irresponsable”… Y pudiera seguir pero no es a lo que quiero referirme como tema central.
Quienes seguimos a Nuestro Señor y además evangelizamos debemos ser personas humildes, de amor extraordinario por las personas, sensibles, dóciles, sometidos al Espíritu Santo, disciplinadas y obedientes según el evangelio, dispuestas a sufrir e incluso a recibir desprecios, insultos, rechazos y más, pero esto no se puede confundir con el pecado de omisión que sería callar cuando se debe hablar.
Como el Maestro debemos aprender de El a buscar y defender siempre la verdad con humildad y amor bajo la guía del Espíritu Santo y no dejarnos engañar por el Maligno.
Son propias las motivaciones tanto de quienes no se han vacunado como de los que si lo han hecho, y debería ser una decisión que cada quien pueda tomar a conciencia por sus razones personales, sin verse despreciado por ellas.
De igual forma, se debe respetar a quienes viven atemorizados por miedo a morir, producto de tanta información manipulada de los medios de comunicación para generar confusión, inseguridad y terror. Lo que se evidencia cuando ocultan efectos adversos o la realidad que se presenta en personas vacunadas o no, según el interés informativo.
Un día vamos a morir, de virus, de cáncer, de muerte natural, o de cualquier otra causa que solo Dios sabe porque cada uno tiene su día escrito para iniciar la vida eterna, para lo cual debemos dar prioridad a preservar y cuidar lo que si va a trascender, nuestra alma.
Mi Temor de Dios, se manifiesta por temor de ofenderlo a Él, ofendiendo a mi prójimo, temor de no vivir según Sus enseñanzas y alejarme de su voluntad, temo a no estar preparada para dar cuentas el dia de mi juicio particular, temo a morir no por un virus, sino morir en pecado mortal.
Dos años de confinamientos y seguimos ofendiendo a Dios al ofender al prójimo, seguimos siendo los mismos soberbios creyendo que tenemos la razón y la verdad, egoístas viviendo hacia adentro sin darnos a los demás.
Estamos siendo agresivos, acomodando a Dios a la vida que queremos vivir, justificándonos con y por su misericordia que todo lo perdona, pero reflexionemos porque nuestras actitudes nos pueden alejar de Dios y de la salvación.
Que el Espíritu Santo nos guíe e ilumine para que todos crezcamos en santidad y amor.
“No temerás el terror de la noche ni la flecha que vuela de día ni la peste que deambula en la oscuridad, ni la plaga que asola al mediodía” Salmo 91, 5-6
Oremos:
Dios misericordioso, escucha nuestra oración por aquellos que sufren de alguna enfermedad en el cuerpo o del alma. Te pido por los que han perdido algún ser amado, para que encuentren en Ti el consuelo y esperanza de la vida eterna. Te ruego por quienes viven en el temor de enfermar, para que pongan su mirada en Ti y confíen que teniéndote a Ti nada debemos temer. Jesucristo, sanador de todo, acompáñanos en estos tiempos de incertidumbre y pena. Madre del amor hermoso tómanos de Tu mano, cúbrenos con tu manto y danos la confianza que debemos tener en tu hijo como tú siempre has confiado. Amén
Casada y con hijos. Dedicada al hogar a pesar de trabajar fuera esa es mi prioridad. Defender el matrimonio y la familia.. soy de Cartagena Colombia, tengo 66 años, resido en Miami.