Abundio, Adolfo, Juan, Álvaro, Amador, Pedro, Ludovico, Anastasio, Félix, Digna, Argimiro, Áurea, Benilde, Columba, Elías, Pablo, Isidoro, Emilas, Jeremías, Eulogio, Fandila, Flora, María, Jorge, Aurelio, Natalia, Félix, Liliosa, Gumersindo, Servuodeo, Isaac, Laura, Leocricia, Leovigildo, Cristóforo, Nunilo, Alodia, Pablo de San Zoilo, Pedro, Walabonso, Sabiniano, Winstremundo, Habencio, Jeremías, Perfecto, Pomposa, Pomposa, Rodrigo, Salomón, Rogelio, Servodeo, Sancho, Sandila, Sisenando, Teodomoro, WItesindo y Zoilo. En total, 58. 58 mártires que entre el 850 y el 859 fueron asesinados, indiscriminadamente, por las autoridades musulmanas de Córdoba, ante el quieto y complice silencio de las autoridades eclesiásticas mozárabes – hispanovisigodos étnicos de religión cristiana, que al igual que los judíos eran dhimmis u ‘hombres del libro’, teniendo por tanto prerrogativas – que preferían seguir congraciándose con aquellos que hacían la vida imposible a los cristianos practicantes.
Igual que Santa Catalina de Alejandría, fue la primera objetora de conciencia a gran escala y fue la que predicó la conversión al cristianismo a través de la razón, aquí fue el gran San Eulogio de Córdoba quién inflamó los ánimos de aquellos valientes entre los que se encontraban sacerdotes, gente de la vida civil y hasta literatos, para que se enfrentasen a la mayor y más peligrosa herejía de todas: el islam. Y aquello no fue únicamente una guerra religiosa o por el poder, sino una guerra por la liberación de un pueblo, por la dignidad.
Sumemos a estos mártires, a Argéntea – hija de un musulmán converso – que perseveró en la fe cristiana y a Vulfura – en unos escritos, un sacerdote galo, y en otros una laica gala que tuvo un sueño de que en la Córdoba islámica encontraría la fe cristiana -, asesinadas en el 931.
Porque el islam no trajo más que atraso cultural a España, sumado a genocidios continuos y guerras cruentas. No más islam. No más manipulación histórica.