Hay múltiples biografías del capellán de la IV Bandera “Cristo de Lepanto» de la Legión, pero no todas cumplen las expectativas de alcanzar un modelo a seguir en tan escurridizos caminos del presente o, de manera providencial, surgir en días en los que la causa del padre Huidobro empieza a llamar con fuerza a las puertas de la beatificación. Hablamos de la reciente publicación de Padre Huidobro, héroe de almas legionarias (SND Editores, 2024)del doctor y profesor Emilio Domínguez Díaz.
El autor, veterano caballero legionario perteneciente a la I Bandera “Comandante Franco” del Tercio Gran Capitán I de la Legión, nos invita a conocer la fusión entre la espiritualidad legionaria y la fe católica, logrando incluir en su obra una mezcla de conocimiento e información actualizada, casi de primera mano, sobre el devenir de la causa en fechas cercanas a la exhumación de sus restos el pasado martes 9 de abril. La Providencia, de nuevo, vuelve a entrar en acción.
Domínguez, en la primera parte del libro, nos muestra una semblanza del joven jesuita Fernando Huidobro Polanco aparte de cursarnos una invitación a “la búsqueda de un referente, de un individuo icónico, de aquel héroe de almas legionarias, de aquel páter de la concordia, de aquel capellán de la conciliación, de aquel abnegado “curita” cuyo ejemplo marcaría la vida de tantos hombres y mujeres en aquel triste episodio de la Historia de España”. Con los tiempos que corren, la propuesta se antoja necesaria.
Ese mismo “curita”, cariñosamente llamado así por sus “legías”, iba a convertirse tras su muerte en ídolo inesperado entre continuas muestras de dolor en las que no faltaron pruebas de fe, valentía, fortaleza, humildad, compromiso, perfección, disciplina, caridad, sabiduría y, ¡cómo no!, santidad. Para todo ello, la sugerente propuesta de valores y virtudes heroicas en vida del capítulo final.
Era cuestión de tiempo destapar la verdad, enterrar el rencor que había alimentado falsos testimonios en torno a su despedida del mundo terrenal. Al final, esa verdad prevalece, asoma su rastro entre la inmundicia vertida por odiadores profesionales cuyos artículos están impregnados de farsa, mentira y, lo peor en el academicismo del que alardean, falta de rigor. Por sus obras los conoceréis.
No todo vale, no todo es perdonable. Da la impresión de que una de las libertades fundamentales de los seres humanos –la libertad de expresión, por ejemplo– parece confundirse entre deleites ficticios teñidos de revancha e ignorancia en textos no exentos de una vileza tal que, además de desenmascarar la calaña de sus autores, patinan al referirse al sacerdote cántabro. Sin ningún tipo de complejos, de ello se hace eco Domínguez Díaz en el séptimo capítulo titulado “La mentira histórica”.
Por otro lado, el libro no sólo agrupa testimonios de los que, en primera persona, tuvieron una convivencia fugaz o más extensa con el padre Huidobro, sino también aquellos que, desde una perspectiva externa, muestran el vínculo afectivo con el páter y las razones que le hicieron tomar la firme decisión de abandonar una plácida vida sacerdotal para unirse a la contienda al objeto de servir a España prestando auxilio espiritual entre las trincheras.
“Dios sabe lo que quiere de mí. En sus manos está mi destino y, si es la muerte, será por amor”.
Y por amor a la Legión y sus legionarios, el padre Huidobro recaló en la «Cristo de Lepanto» entregando su vida a la Patria que le había visto nacer 34 años antes con grandes dotes de superación, preparación, vocación y elevado espíritu de sacrificio. Aún hoy, seguimos escuchando el atronador silencio que, impregnado de sangre, dejó aquella estela de dolor un infausto 11 de abril de hace 87 años.
“Soldado que muere, al cielo alzados los ojos, cuando sus ojos se cierran en la noche, rompe un día dentro de su alma”.
El capellán de la IV Bandera se hizo notar en un sinfín de batallas, fue un valiente en múltiples frentes, un santo legionario, el bálsamo de miles de almas que, en el definitivo encuentro con el Padre, llegaron aliviadas por las últimas acciones y palabras de consuelo del heroico y venerable Siervo de Dios: el padre Huidobro.
Eva M. T. Ortiz