Para que el aborto fuera un derecho (como se clama hoy desde las tribunas de la socialdemocracia liberal), debería poseer una legitimidad originaria, o al menos derivada. La realidad es que no la tiene por más que se empeñen los prebostes del Estado moderno con todo su nihilismo jurídico de marras. La pretensión legitimista del aborto no es solo injusta, inmoral, e impolítica, también es un error filosófico monstruoso. Las sociedades terminales no son las que pecan, son las que enaltecen y veneran el pecado, no son las que hierran son las que enaltecen el error y como los pecados contra el espíritu no tienen perdón ni tampoco el culto al error, sociedades como la nuestra tiene las horas contadas.
La legitimación del aborto es una barbarie contra la moral, la política, la justicia y contra la propia razón, además de ser lo contrario a la eucaristía como signo de reconciliación del género humano entre sí y con Dios (una disociación del género humano). Con todas estas credenciales, ha de tener (por fuerza) lo suyo de antifilosofía. A la naturaleza criminal del aborto hay que añadir la falsedad de la filosofía merodeadora de sus diversos valedores. Puede parecer muy pretencioso afirmar que el aborto no tiene ser o al menos no debería ser, o decir que es contrario al ser y a la verdad de las cosas. Más de ser cierto en algún lugar debe haber una rendija por la que adentrarse a escrutar su naturaleza autodestructiva y la falsa filosofía que lo sostiene. En algún lugar debe haber una atalaya desde la que mirar.
Muy joven aprendió John Henry Newman que la probabilidad era la guía de la vida[i]. En ese sentido, debería permitir desentrañar problemas complejos, y hasta desmarañar los asuntos más turbios como el del aborto. Esto tiene todo el fundamento porque una de las aproximaciones de las matemáticas a la filosofía es la probabilidad. Fuerza recordar el origen metódico de la filosofía, el cual reside en parte en los primeros rudimentos de las matemáticas. El aborto no tiene otra verdad que la negación de un ser humano y de su nacimiento. Pero para existir tiene que cavar su propia fosa, esto es, negarse a sí mismo. Perpetrar el aborto, reduce la posibilidad de nacimientos futuros y por ende de nuevos abortos. A mayor número de abortos menor número de nacimientos, y menor número de abortos podrán tener lugar en el futuro. Tirando de la dialéctica matemática, si el aborto se proyecta hasta el infinito, entonces tiende numéricamente a cero, o lo que es lo mismo, su futuro será la nada, el no ser, dejara de existir y no volverá a darse jamás. El aborto se erige así en una modalidad de suicidio colectivo, como antagonista del nacimiento de cuyo ser necesita para poder tener cierta existencia factual y a su vez dejar de ser a medida que se propaga. En sustancia, no ocurre lo mismo con los nacimientos, los cuales no necesitan del aborto (más bien de que no se produzca) .Si el número de nacimientos tiende hacia el infinito, al final no dejarían de producirse, seguirían aumentando en términos absolutos, en mayor o menor medida. Más el aborto, para su proliferación tiene que ir cavando su propia tumba. El aborto puede existir en potencia porque el nacimiento se da en acto. Llevar algo a las últimas consecuencias puede dar una idea de la esencia del objeto de estudio, de su razón de ser, de una razón de ser que, en este caso, es el no ser. Llevado a la máxima expresión, si todos los embarazos culminaran en un aborto, desaparecería primero el aborto y con posterioridad el género humano. En paralelo, si llevamos el nacimiento a la máxima expresión (sin computar los abortos involuntarios o incidentales), es un hecho que los nacimientos siempre podrían tener lugar, más el aborto voluntario desaparecería. En este caso, la filosofía matemática permite inferir que el aborto tiende a desaparecer por cualquiera de las dos vías de probabilidad por las que puede transitar. En términos definitorios, el aborto es la negación del nacimiento, y al ser solo la negación de una realidad indispensable para la vida, terminará por desaparecer, ya sea porque la realidad que deniega se imponga, o ya sea porque se autodestruya asimismo aniquilando la existencia del nasciturus, realidad de la que depende para poder darse.
El aborto es un error filosófico porque no está en la naturaleza de algo el acabar con su propia existencia y a su vez en última instancia con su propia naturaleza. Una contradicción in situ. El aborto como constata una ley matemática muy sencilla, para existir tiene que acabar con lo que le da el ser (con la vida) y de resultas acabar con su ser. Para existir tiene que quitarle la vida a lo que le da el ser, y subsecuentemente quitarse el ser. Nada que, para poder darse, tenga que acabar con su propia existencia, puede perdurar. Radical aporía en la que solo puede caer una mentira cuya pretensión es emanciparse de la verdad. Que la probabilidad es la guía filosófica de la vida no solo lo sabemos por John Henry Newman y sus próceres de juventud. San Juan Crisóstomo[ii] añadió que el aborto no culmina en matar a un ser humano, sino en hacer que no nazcan niños. Otra vez el aborto denunciado en su rol de contra-ser. En Ortodoxia [iii]Chesterton establecía la misma lógica matemática al decir que con el suicidio un hombre no mata a un hombre sino que acaba con todos los hombres pues aniquila el Universo en la medida de sus posibilidades. Palabras asimilables al asunto del aborto cuyo telón de fondo es la matemática implacable, pero con un distingo: en la medida de sus posibilidades, el aborto aniquila el Universo desde sus comienzos. Una locura.
Desde otras coordenadas pero asumiendo indefectiblemente los rudimentos de la probabilidad, el filósofo Gustavo Bueno[iv] llegó a decir que el aborto como acto era falso y erróneo, cuando del nacimiento (es obvio) depende el porvenir de la humanidad. “ Trastoca la relaciones del ser y del deber ser porque quienes abortan no desean el ser que se desarrolla en su interior”. El ser que no desea el ser que lleva dentro es el contraser. Cuando el ser en acto se predispone y dispone contra el deber ser, solo cabe la extinción. “El aborto desprecia a la sociedad en su formación y en su origen y la condena a un suicidio “remataba el difunto filósofo materialista en otra reflexión sobre el aborto.
¿Qué es lo antinatural? pues una perversión funcional de lo natural, no es algo que no pueda darse sino algo que no debe darse. Esa perversión tiende a destruir lo natural (aquello de de dónde procede) y acto seguido a autodestruirse. Lo natural de una mujer encinta es dar a luz en lugar de destruir la vida que lleva dentro. Que algo pueda tener lugar o realizarse efectivamente como es el caso del aborto, no implica que deba darse. La prevalencia y pervivencia de las cosas gira en torno a la armonía con su naturaleza. Lo que es natural debe darse pues de hacerse efectivo, prevalece. Por contra lo antinatural o impropio, de hacerse efectivo, no puede prevalecer más que durante el camino hacia su extinción. Por eso el aborto puede existir puntualmente más no puede prevalecer si se hace extensivo a la generalidad de los casos en tanto que su naturaleza o razón de ser es contraria a la realidad que lo permite. Lo que pone de manifiesto su clara inferioridad ontológica con respecto al nacimiento. La negación de la negación no es lo que exhibía Hegel; sino la afirmación primera. Si el aborto es la negación del nacimiento, la negación del aborto obviamente es el nacimiento mismo y no otra cosa.
El aborto ha hecho fortuna y ha hurgado en la ruina moral de la sociedad. Ha cavado muchas tumbas y acabará por cavar la suya y la de sus valedores. En la lápida rezará “quienes abortan no desean el ser” . Ya advirtió Cristo que los pecados contra el Espíritu no se perdonarían, a saber el castigo sería fulminante. Los pecados contra el Espíritu son por obviedad pecados conceptuales y el aborto es un pecado conceptual, contrario a la sabiduría y al Espíritu. Al principio fue el Verbo, más tarde llegarían las matemáticas para señalar el castigo que les espera a las sociedades impías con el nasciturus.
[i] John Henry Newman. 1996. Apología pro Vita Sua. Historia de mis ideas religiosas. Ediciones Encuentro.
[ii] San Juan Crisóstomo. 1947. Homilías sobre la carta de San Pablo a los romanos. Vol.II. Ediciones Aspas.
[iii] G. K. Chesterton. 1968. Ortodoxia. Editorial G.P.
[iv] Gustavo Bueno. 2009. Análisis desde varias perspectivas de la Ley del aborto. Conferencia pronunciada en Oviedo. http://www.fgbueno.es/med/2009abor.htm
Doctor investigador en la Universidad Católica San Antonio de Murcia (UCAM). Doctor en ciencias económicas, empresariales y jurídicas por la Universidad Politécnica de Cartagena. Columnista de Religión en Libertad. Servidor de: Dios, la Iglesia y usted.