Actualmente, nuestra querida España o “Tierra de María”, tal y como se refería a ella San Juan Pablo II, esta siendo sometida a una muy dura prueba en lo social, en lo político y en lo económico. Ni que decir de la dureza a la que estamos siendo sometidos en el ámbito de la fe y las tradiciones religiosas, las cuales están siendo menoscabadas día sí y día también. De hecho, más bien debería decir que los españoles estamos siendo sometidos en estos ámbitos, con intención de quebrarnos como sociedad, a una prueba de extrema dureza a la que debemos resistir con la fortaleza y la serenidad de quien se sabe vencedor a lo largo de la historia.
Los españoles que damos vida a España, estamos atravesando un sin fin de tristes y vergonzosos acontecimientos en el ámbito político y social a los que debemos plantar cara con serenidad, firmeza y valentía para así “librar el buen combate”. Tenemos entre todos que derrotar el mal con el bien, la mediocridad con la diligencia y la podredumbre moral con unos sólidos principios estables que cimienten nuestros comportamientos sobre la base de la ética y la moral; es nuestro deber hacer bien el bien y extenderlo, buscar la verdad y darla a conocer; estamos llamados a desplegar los mismos rectos valores que desplegaron nuestros valerosos antepasados en numerosos pasajes de la historia, pero ahora en un mundo muy desorientado y cuyos valores son fruto de la moda de corrientes de pensamiento promovidos por unos pocos con intenciones muy convenidas.
Debemos recordar que España es el centro de una cruz de evangelización del mundo y debemos devolverle a nuestra patria el esplendor que merece y que le han robado unos pocos. Desde ella y en menos de ciento cincuenta años evangelizamos al oeste, las Américas, gracias al mecenazgo de los Reyes Católicos, la labor del almirante Cristóbal Colón y de valientes militares como Hernán Cortés o Francisco de Pizarro. Ellos liberaron del satanismo a los aborígenes, desterrando los sacrificios humanos e introduciendo el amor en el nuevo continente por cuatro vías: la familia -por medio del mestizaje de españoles e indígenas-, la cultura -por medio la fundación de las primeras universidades del mundo-, la sociedad -por medio de la ordenación administrativa- y el conocimiento de Dios -por medio de la creación de infinidad de misiones-.
Al norte, Europa, cuya la labor de evangelización se realizó gracias a “El Camino Español” fomentado por Felipe II y desarrollado por los Tercios de Flandes, que permaneció abierto a lo largo de cuatrocientos cincuenta años, llevando fe, cultura y una estable actividad económica generadora de una notable riqueza a lo largo de más de mil kilómetros europeos entre Génova, Milán y Bruselas.
Al éste, Asia, de la mano de los españoles que, navegando desde México llegaron al archipiélago de Filipinas, el cual recibe su nombre en honor al rey Felipe II que auspicio dichas empresas. Los dominicos, franciscanos y jesuitas con San Francisco Javier a la cabeza, fueron además protagonistas de una labor de evangelización encomiable en un continente con culturas ancestrales y un fuerte arraigo de sus tradiciones.
Al sur, contribuimos a poner freno al avance del imperio otomano gracias a la aplastante victoria de la Liga Santa sobre la amenaza de los turcos en la Batalla de Lepanto, una lección de poderío naval y militar encabezada por España y liderada por D. Juan de Austria.
Pues bien, sabiendo el histórico que nos avala y la grandeza de las gestas que desarrollaron nuestros antepasados, hombres y mujeres como tú y como yo, debemos honrarles imitándoles en lo humano y arrinconar sin titubear a un enemigo que ahora es interno, un enemigo que se esconde detrás de la dejadez del perezoso, el relativismo del cultureta, el “todo vale” del convenido, la mentira del cobarde, la manipulación del acomplejado, la argucia del soberbio, la avaricia del materialista, la sabiduría del ignorante, la pseudofe del espiritual, el engaño del listillo y el cinismo del que dice que ama España y se niega a defenderla.
La España por la que debemos dar la cara cada uno de nosotros y salvarla de las garras del mal es una España de treinta personas, una España compuesta por unos diez de familia por los que darlo todo, unos diez amigos por los que velar y a los que apoyar, y unos diez compañeros de trabajo con los que aunar esfuerzos en el día a día laboral para mantener el sustento cotidiano. En esta micro España de cada uno, tenemos mucha capacidad de acción e influencia, debemos ser ejemplo de rectitud y limpieza de intención, debemos ser pequeños grandes líderes aportando valores intemporales universales, tales como honestidad, honradez, coherencia, lealtad, perseverancia, justicia, verdad, amabilidad, compromiso, coraje y fe, mucha fe, para también con oración contribuir a darle la vuelta a la situación.
En este contexto debemos ser salmones y nadar fuertemente contra corriente para desovar con nuestras acciones los valores que todos echamos de menos y que deseamos recuperar. De pequeños héroes como tú y como yo depende que volvamos a vivir en una España que, si bien es maravillosa por su riqueza geográfica es inigualable por la grandeza y talla humana de sus gentes, los españoles… personas como tu y como yo.
A partir de hoy ten esto presente: lo que está mal, esta mal, aunque lo haga todo el mundo; y lo que está bien, está bien, aunque no lo haga nadie. Dedicarnos a esta noble tarea de manera constante, desplegando nuestro mejor hacer día a día va a permitir que mucho del mal actual quede derrotado. Es el momento de tomar el testigo de nuestros antepasados y comenzar a devolverle a España el lugar que le corresponde, primero en nuestros corazones y luego en el mundo, todo ello por medio de nuestras acciones.
Si te enrolas con determinación a esta desafiante aventura, déjame que te diga que… ¡tú vales para salvar España!