Con frecuencia se critica -no sin razón- la deriva consumista que ha impregnado buena parte de nuestras tradiciones. Particularmente en los días que rodean la Navidad.
La obligación social de comprar ingentes cantidades de regalos, incluso de competir por su número, tamaño o vistosidad sobrepasan el propio gesto de regalar. En definitiva, se han convertido en una tarea más que tachar de la lista de compromisos.
Ello ha creado una corriente de rechazo a los regalos económicos. En su lugar, ha surgido la tendencia de regalar tiempo. Ésto se concreta, unas veces, mediante la elaboración de obsequios artesanales, en los que las horas de dedicación superan con creces su coste material. En otras ocasiones, pasando tiempo con la persona -esto sucede especialmente con frecuencia cuando el agasajado es anciano-.
Sin duda, se trata de una bonita manera de expresar cariño. Pero no es la única.
Los regalos tradicionales, los que requieren acudir a una tienda también pueden expresar una profunda muestra de afecto.
Esta demostración comienza con el recuerdo de la persona que lo recibirá, con el deseo de entregárselo. Continúa con una reflexión sobre qué le hará ilusión, para seguir con la búsqueda del mismo.
Pero no acaba ahí. La elección del envoltorio, su presentación para que resulte atractivo y la entrega son también muestras de cariño. En definitiva, de demostrar la importancia que para nosotros tiene quien la recibirá.
Y el dinero. Sí, el dinero cuenta hasta cierto punto. Si lo entendemos como el fruto de nuestro trabajo, de nuestro tiempo y esfuerzo, un regalo con cierto coste económico implica la entrega de ese trabajo. Si el desembolso, además, conlleva la privación de caprichos -incluso de necesidades-, la muestra de cariño es aún mayor.
Por ello, tanto unos regalos como otros, cuando son sinceros, suponen una entrega personal con la que se manifiesta al receptor cuánto nos importa, pues en ellos hay algo de nuestro tiempo, de nuestro fuerzo y dedicación.
En definitiva, la belleza escondida de cada regalo se encuentra en que, en realidad nos estamos, regalando con él.
Etiquetas: Navidad, RegalosEntre unos y ceros. Apasionado de la comunicación, el marketing digital y la programación; de la montaña y el ciclismo -si van de la mano, mejor-. Cubrí el último Cónclave.