“la sátira es la exposición del vicio humano o la locura a través de la reprensión o el ridículo”.
L. Ryken.
«Cualquiera que, como yo, se siente a escribir todo un artículo sobre el tema es un sujeto muy digno de la burla de la humanidad».
El hombre común. GK Chesterton.
Si me han conocido un poco, sabrán que me gusta reírme, ver memes, y sostener charlas amenas, con un tono satírico e inteligente. Creo que cuando las cosas son divertidas, la risa es la respuesta adecuada. La risa es un arte, y, como tal, debe ser cultivada y recomendada. Y el ridículo, a veces, suele ser un arma y una defensa.
Nuestro credo es una de las cosas forjadas por el hombre que, en mi caso, más aprecio. Y doy gracias a Dios por la comunión de los santos, porque uno puede pensar y escribir para ellos, y orar para que tengan la gracia suficiente para soportar en uno ese inmoderado gozo de ventilar algunos pensamientos, desempolvarlos, y ponerlos en fila.
Me gustaría comenzar diciendo que uno debe ser ortodoxo para poder reírse, para poder hacerlo al menos sobre algún estándar correcto. No me gustaría reírme de algo y que un ateo me dijese «¿según qué criterio?», porque, entonces, me vería tentado a señalar a la carcajada divina del Salmo segundo, como a un argumento trascendental para la existencia de esa mueca ridícula en mi rostro.
Otra de las cosas que le diría, aunque menos agradable para su alma, es que aproveche ese don, puesto que en el infierno no estará disponible. No tendrá ni motivos ni ganas de reír. Y, como golpe definitivo, le diría que cada vez que él se ríe de Dios, está ofreciendo, ipso facto, una prueba viviente de su alegría infinita. Un ateo riendo sigue riendo a imagen del Dios de quien se burla.
Friedrich Nietzsche escribió que «El hombre sufre tan terriblemente en el mundo que se ha visto obligado a inventar la risa».
Lo primero es cierto, pero lo segundo es un non sequitur. Yo al menos le reconozco que es coherente con el delirio ateo, que dice que el hombre inventó a Dios. Pero la risa, como creen los sabios, es un atributo divino.
Hay que estar seguros de lo que uno afirma, incluso para reírse de ello. Hay que contar con una seriedad absoluta para ser frívolo incluso por un momento. Quisiera llamar a esto frivolidad epistémica.
Quiero decir que uno debe tener un sentido del humor infalible. Cuando Dios se ríe y se burla desde su trono, no podemos hacernos los que no entendimos el chiste. Debemos creerle y ser ortodoxos para tener comunión con su gracia, a menos que creamos que la vida gozosa es una mera frivolidad sin fundamento, como creía Nietzsche, algo así como la risa de una hiena irracional, un puro instinto, o un subjetivismo que no condice con el mundo objetivo. Pero no creo que ese sea el caso.
Mencken cierta vez dijo que la risa de un caballo vale más que diez mil silogismos. Y es cierto; al menos esta demuestra más que los silogismos de los incrédulos, entre los cuales estaba el propio Mencken. Por otro lado, una risa divina vale más que mil argumentos en contra de lo que estoy a punto de decir en esta ocasión.
Parafraseando a CS Lewis: Si hay en mi un deseo de reír y bromear, debe ser porque fui creado para un mundo donde su anfitrión ríe como el rey Luna de Archelandia, más fuerte que el resto. Si hay tan solo un versículo que nos diga que Dios se ríe y se burla, y que tiene un sentido de la ironía y de la sátira, entonces no podemos señalar a ese evento teofánico como si se tratara de un suceso accidental, porque todo lo que Dios dice y hace es parte de su esencia, es la definición de lo que él es: Yo soy el que soy.
Una aclaración acerca de la sátira
Como cité al inicio, la sátira y la frivolidad son parte del arsenal lingüístico de Dios. Amós, con sus «vacas de Basán» es un libro satírico, Job tiene un cierre satírico, también partes de Oseas lo son, así como el Eclesiastés, Ezequiel (que en ciertas partes es tan vulgar que no pretendo citarlo aquí), Jonás; o personajes que hicieron un buen uso de ella, como Elías, Jesús, Pablo, e Isaías (conocido como el más satírico de los profetas), entre otros más modernos, como Agustín o el mismo Chesterton.
Digo que no pretendo citar Ezequiel 23 porque es vulgar, repulsivo, y asqueroso. Como detalle no menor, debo mencionar que su palabra favorita es «excremento», usada 38 veces entre 6:4 y 44:12. Y si, es necesario que sea así de merdoso. Dios lo puso ahí por ese motivo. Lo que señala cuán asqueroso es el pecado que Ezequiel satiriza, y que tiene la finalidad de producir obscenidad en el pensamiento del lector, y repulsión ante esos pecados descritos de esa elocuente manera.
Pero, por supuesto, en tiempos de corrección política y veneración de los sentimientos, la verdad y la polémica son un verdadero dolor de cabeza.
Volviendo a la alegría
No hay una zona neutral para huir de esta realidad y configuración alegre del cosmos, de un cielo de fiesta y de un Dios que ríe. En este mundo no hay una verdadera neutralidad. Hay, si, una fingida neutralidad. Solo hay un lugar al que podemos ir para huir del carácter alegre de Dios, y se llama infierno. Y hay quienes dicen que Dios también está allí (Salmo 139).
Chesterton era muchas cosas, pero destacaba como apologista. Con su capa y pluma se levantaba en defensa de lo obvio, de lo trivial, de aquello que es verdaderamente importante.
Él era un hombre que media sus palabras con precisión de cirujano, y habilidad de pintor. Y creo que todo hombre que se disponga a enfilar una o dos palabras, ha de saber que no es asunto de malabarismo literario. Hay una cierta cadencia y una cierta voz, así como un cierto método para decir verdades, y un estilo proveniente de una larga tradición, cuyo carcajada se remonta a los profetas y apóstoles.
Jesús, que es Dios, es el maestro de todos ellos. y debo mencionar que no hay algún Dios que no sea como Jesús. Si lo has visto a él satirizar a alguien, entonces has visto al Padre. Sin embargo, la alegría y el humor de Jesús no es una señal, como algunos creen, de una falta total de seriedad. Él habló de los pecados más horribles a través de las sátiras mas chistosas y agresivas, y aún así él es el Señor tres veces santo.
¿Cómo lidió Jesús con los teólogos de su tiempo? Los llamó sacos de víboras. Y toda la Palabra es útil para redargüir e instruir en justicia, o, para el caso, útil para despabilar a latigazos literarios a los impíos.
Ante la manera ruidosa de escribir de ciertos autores modernos, algunos repiten, como loros incansables, eso de que «Los hombres de tus ejemplos escribieron así porque vivieron en un tiempo donde los insultos y la sátira eran aceptables, y hoy ya no lo son»…
¿De verdad? ¿A quién le importa lo que la academia acepte como modelo de debate respetuoso? La Biblia es nuestro estándar, y deberíamos aprender a domar ese pequeño miembro llamado lengua, del que tanto habla Santiago, y dejar que de vez en cuando lo inflame el Espíritu Santo, y no los consejos del infierno. De vez en cuando, digo. Nuestros golpes suelen ser tan sutiles que nuestros enemigos ni siquiera se dan cuenta de que están bajo asedio. Las puertas fortificadas del infierno no pueden ser derribadas con una retórica hecha de copitos de algodón.
De nuevo, debemos detenernos en los dichos de los profetas y de Jesús, y conciliar su lado picante con la dulzura y la mansedumbre tan amadas por los creyentes. Pasamos por alto, rápidamente, y con un gesto de incomodidad, mucho de lo que él dijo e hizo, y, luego de leer, cerramos la biblia y nos aferramos a la estatuilla del Cristo rubio de ojos azules y políticamente correcto que guardamos bajo la alfombra de nuestra habitación. Ninguna estatuilla muestra a un Jesús pícaro, satírico, o riendo a carcajadas con una copa de vino en la mano, y es por eso que nos escondemos para hacer eso que no consideramos cristiano.
Otra objeción dice: «Es que Jesús es Dios»… en este punto el asunto se pone entretenido. Pero lo descartaré con una simple pregunta, pues no hace falta más. ¿Por cuál estándar decidimos que palabras o acciones de Jesús fueron dichas o hechas en calidad de hombre o de Dios? Todas están escritas con letras rojas en nuestras biblias. Me temo que el estándar es «según qué apruebe yo, o desapruebe en la vida de Jesucristo»…
El problema es que yo no acepto ese estándar de subjetividad selectiva. Si vamos a imitar a Jesús, debemos imitarlo entero. En su amor, en su mansedumbre, en su amistad con los pecadores, en su sarcasmo para con los teólogos respetables, en su cariño y sus lágrimas de misericordia. No hay tensión entre sus atributos humanos, y la sabiduría nos ayudará a encontrar un equilibrio. Pero no se encuentra un equilibrio entre la pimienta y la sal eliminando la pimienta del plato. Es difícil ser sal, o sazonar con sal el habla. Pero, ¿Qué no es difícil para nosotros, pecadores? La humildad y el amor de Jesús son casi imposibles de imitar, y aún así no los tomamos y los desechamos, usando de pretexto el estrago que harán muchos en nombre de esas nobles virtudes cristianas. Todo lo bueno puede ser usado muy mal por gente como nosotros.
Mateo 23 y el príncipe de Paz
Un buen ejemplo de la caricatura y la sátira de Jesús está en su polémica más larga (registrada), en Mateo 23, cuyo resumen es como sigue:
«Fariseos pretenciosos, hipócritas (repetido siete veces), devoradores de casas de viudas, insensatos, necios, guías ciegos, sepulcros blanqueados, serpientes y generación de víboras».
Douglas Wilson en «el borde dentado» dice que este pasaje es el equivalente retórico de la limpieza del templo, solo que, en vez de un látigo, Jesús usa la lengua para azotar a los teólogos bovinos de su tiempo:
«Todo lo hacen para que la gente los vea: Usan filacterias largas y adornan sus ropas con borlas vistosas; se mueren por el lugar de honor en los banquetes y los primeros asientos en las sinagogas, y porque la gente los salude en las plazas y los llame “Rabí”…
La humildad de los fariseos era abundante como las aguas del mar boliviano. Y Jesús hace bien al burlarse de sus pecados. Un ejemplo de buen fariseo es uno que, arrepentido por su ignorancia, vino a Jesús de noche y lo llamó Rabí, y fue en sus filas, como uno de sus hijos. Ustedes saben a quien me refiero.
Debo decir aquí que lo contrario a la seriedad no es ser chistoso, lo contrario es no ser serio. Y la realidad de las Escrituras no cambian conforme a nuestra capacidad de digerirlas. El mundo está ahí, y trae consigo una configuración específica. No podemos pararnos de frente al mundo y hacerle trazos con un plumón, y someterlo a una cirugía estética, según la estética de turno aceptada por una minoría. No. Nosotros debemos amoldarnos al mundo según los estandares de Dios, según la piedad cósmica. No podemos moldearlo todo a nuestro gusto y placer, hay un solo mundo y un solo Dios para todos nosotros por igual.
CS Lewis creía que la abolición del hombre comenzaba con un pensamiento subjetivo. ¿Está la idea de lo sublime y alegre ceñida a la luna, o es un producto de las reacciones químicas dentro del cráneo de cada individuo que la contempla? Una vez que la belleza ha caído en ese foso oscuro llamado subjetivismo, y ha aparecido en la carta del menú de algún restaurante posmodernista, no faltará mucho para que la verdad y la bondad se sumen a la carta. Y, debo decir, que los chefs paganos no tienen ningún plato del que se pueda decir «este es una originalidad de plato», porque son viles imitaciones de las recetas de Yaveh, pero sin sazonar. No hay alegría en ninguna de sus recetas. La alegría está en la despensa de la casa de Dios.
El concepto en cuestión es similar, pero no por eso deja de acarrear el mismo resultado: la ruina del hombre. Decir: ¿Qué es la verdad?, ¿Qué dice la biblia?, o ¿Cómo actuaría o hablaría Jesús?, no es lo mismo que decir: ¿Qué me gustaría que fuera la verdad?, ¿Qué me gustaría que dijera la biblia, que hiciera o dijera Jesús? No podemos interpretar las Escrituras de manera subjetiva.
El subjetivismo nihilista destruye a la humanidad porque destruye la alegría. Nietzsche es un claro ejemplo de esto, su súper hombre está deprimido y con un Glock 38 a punto de reventarle la tapa de los sesos.
Cuando Jesús vino a este mundo, honró el trabajo, la familia, las fiestas, la comida, y la charla amena, y, porqué no, la sátira cuando se trataba de los enemigos de todo lo que Él amaba. Nos asombramos de que Dios se haga humano, mundano, y alegre… pero ignoramos que eso es parte de la Imago Dei en el hombre, y Jesús es la imagen misma de la hipóstasis del Padre. Sería ridículo ver a Jesús y pedirle que nos lleve a conocer al Padre y, al llegar, encontrar a un anciano serio, abstemio y aburrido.
Hoy tenemos el mismo llamado, el mismo legado que Jesús. Somos cristianos, como Elías ante los profetas de Baal, o Ezequiel con el infiel Israel. Chesterton dijo que deberíamos luchar, llegado el momento, para demostrar que dos y dos suman cuatro, o desenvainar una espada por afirmar que el pasto es verde. Creo que llegó el momento de defender que un hombre es un hombre, y no una mujer. O que un niño de pocas semanas, por pequeño que sea, es un ser humano. Tendremos que luchar por los prodigios visibles con la misma destreza con la que luchamos por los prodigios invisibles, escribió Gilbert. La hazaña de probar que el pensamiento existe, a pesar de que no lo veamos, es sencilla: No podemos ver o probar algo a menos que podamos pensar a priori. Pero no es sencillo probar algo con argumentos a un grupo de simios que, tras haber alcanzado la cima de la evolución hace unos quinientos años, ha comenzado a descender, involucionando a pasos agigantados.
Tenemos, como escribió Chesterton, que formarnos entre los que ven y, a pesar de eso, creen. Y esto porque la marcha de la destrucción mental es cada vez más agresiva. La abolición del hombre está cada día más avanzada. Ya no basta con ver a un bebé, o a un hombre, porque ellos niegan lo que ven como si se tratara de los milagros ridículos de una religión avejentada.
Ellos han rechazado la naturaleza fija e inflexible dada por Dios al cosmos. La moderna creencia de que la naturaleza de la naturaleza es de plastilina, hace creer a los incautos que pueden, por lo mismo, moldearla a gusto y placer. De gustibus non disputandur… ese es su credo.
La progresimios han desobedecido todo lo que ha dicho San Pablo, con la excepción de, tal vez, su mandato satírico a los gálatas (ojalá se castraran los que os perturban), y se han puesto a rebanar senos y falos. Pero no importa cuánto mutilen un cuerpo, ni cuantas hormonas consuman a diario, la naturaleza siempre vence, como escribió uno de sus poetas (Horacio):
«Naturam expellas furca, tamen usque recurret
et mala perrumpet furtim fastidia victrix».
(Expulsa a la Naturaleza con una horquilla, ella regresará de inmediato, Victoriosa sobre tu ignorante y confiado desprecio).
La demencia del barro
Es así, cuando no hay un Dios que legisle sobre el barro, el barro comienza a tomar cartas en el asunto. Cuando Dios es rechazado, la sexualidad también se vuelve de plastilina. Las posibilidades son infinitas. Cualquiera puede
elegir como moldear su barro, y que moldes usar en el proceso. Para ellos el cosmos es un balde de legos, y sus caprichos son la ley en el juego.
Pero estos ignorantes ignoran su ignorancia: los moldes que produce la evolución para que el materialista juegue, también son de plastilina.
Y así los hombres paganos son pastoreados por el viento. En cambio, el don de Yaweh para los suyos es la alegría, y viene en diseños pre moldeados.
A los incrédulos les molesta que el sonido de nuestra risa suene como el sonido de las muchas aguas, que nuestros lechos sean una apología del buen sexo, y que nuestras copas estén llenas de gloria liquida. El pan y el vino en sus mesas les predican a Cristo a diario, y eso les inquieta. Les molesta que el Cristiano parezca encajar más con la grosura del mundo que ellos mismos. Les gustaba más el mojigato del claustro.
Dije a la risa: enloquece
«Vale más una buena reputación que un perfume costoso. Y el día que morimos es mejor que el día que nacemos. Vale más pasar el tiempo en funerales que en festejos. Al fin y al cabo, todos morimos, así que los que viven deberían tenerlo muy presente. Es mejor el llanto que la risa, porque la tristeza tiende a pulirnos. El que es sabio piensa mucho en la muerte, mientras que el necio solo piensa en divertirse. Es mejor ser criticado por un sabio que alabado por un necio. La risa del necio se apaga enseguida, como los espinos que crepitan en el fuego. Eso tampoco tiene sentido».
Eclesiastés 7:1-6 NTV
Si usted es de los que cree que Dios solo ríe cuando los impíos se comportan como imbéciles, debería examinarse a sí mismo, y ver si está en la fe. ¿Imagina lo que son las fiestas celestiales? Comparada con esas fiestas eternas, la del padre del hijo pródigo es una celebración modesta y frugal. Dios no celebra desde la apatía estoica, sin sonreír y sin bromear, porque la Trinidad no separece en nada a un apático nihilista.
Mi compromiso con la verdad es verdadero. No pretendo decir cosas llamativas a costa de la verdad. La verdad, creo yo, es demasiado interesante en sí misma, y es cuando uno se ciñe el alma con la verdad, que su intelecto comienza a tomar formas risibles. Hay demasiado humor en las Escrituras, porque, como escribió Chesterton en Herejes, el absurdo es una cosa seria y divina.
Salomón se ríe conmigo de los que creen que el luto es mejor que la fiesta, debido a que este es otro pasaje fuera de su honroso contexto, que lo hace ver ridículo como un León afeitado. Dios no estará de luto en la eternidad, y la fiesta será una parte de la beatitud. Si este concepto le molesta a alguien es porque quizá, y solo quizá, ese alguien sea en realidad un hermano mayor en la casa del Padre. No soportamos el gozo y la risa del otro porque creemos que no lo merece tanto como nosotros.
Es cierto, sin embargo, que el duelo es mejor que la risa grabada de una comedia de situación, pero no es mejor que una risa con fundamento. Salomón se oponía a la vacuidad de la vida sin Dios, que buscaba reemplazar su gozo con una alegría hueca, pero no se oponía a la vida alegre de un creyente en Dios.
Como discípulo de Bahnsen, podría decir que cuando los incredulos son graciosos, están tomando prestado del humor de Dios.
Nosotros deberíamos vivir en gratitud, y nuestro credo es especialmente fértil para esto: nos señala el hecho de que todo es una dádiva, y, en segundo lugar, que nuestra gratitud y alegría es una responsabilidad nuestra, un deber. Pero dicha ubicuidad, de las dádivas divinas, acarrea una cierta invisibilidad para la gratitud y el asombro. Como los peces, que desconocen la existencia del agua, por el hecho no menor de vivir sumergidos en ella, así nosotros ignoramos a Dios y sus dádivas por ser, vivir y movernos en ellas. .
¿Usted sabe cuántos músculos son necesarios para reír? Hay padres que aprenden esto porque sus hijos nacieron sin la capacidad muscular de bosquejar una sonrisa. Ellos anhelan la resurrección para ver a sus hijos reír.
¿Por qué hablar de alegría y risa en estos tiempos? Porque es una virtud eterna, y la alegría del mundo es una alegría efímera, una vanidad de vanidades. Y, si no puedo inspirarme en las Escrituras para hablar de esta gran fuerza cultural, entonces no debería hablar al respecto.
Los evangelios me enseñan a un Jesús con un excelente sentido del humor, la risa, la ironía, la sátira, etc. Nuestra risa gutural es un eco débil de esa gracia sobrenatural que resuena en el corazón trino, desde lo más hondo de la eternidad.
Hay quien dice que no vivimos en el primer siglo como para aplicar así las Escrituras. Pero, en realidad ningún aspecto de nuestras vidas tiene un paralelo idéntico con lo que vemos en la Biblia. Debemos ver como Jesús aplicó la Biblia y seguirle, incluso si eso nos lleva al descaro y la herejía que implica reír en voz alta, o ser gracioso y alegre entre las cosas santas. Jesús, cuando comía y reía, aún era Dios, al cien por ciento, pero eso no lo detuvo, al contrario, le dio motivos.
Medios de gracia
Dios nos ha llenado de medios sacramentales que nos comunican su alegría, como son la poesía, la sátira, la comedia de Wodehouse, la prosa de Chesterton, el vino que alegra el corazón del hombre, los árboles gigantes que se mueven como manos nudosas en el jardín, mientras nos susurran al oído cada día de viento, La risa de nuestros hijos, etc. Casi todo, a excepción del pecado, es un don de la alegría infinita que proviene de la diestra mano de Dios.
San Pablo escribe en Hechos 14:16-17
«En el pasado, él permitió que todas las naciones siguieran su propio camino, pero nunca las dejó sin pruebas de sí mismo y de su bondad. Por ejemplo, les envía lluvia y buenas cosechas, y les da alimento y corazones llenos de alegría».
Dios llenó de alegría el corazón de ellos, y les dio buenas cosechas y alegría. El asunto no es la gracia común o especial, sino que esa mueca extraña en tu rostro es un don del Espíritu Santo. Y ese hechizo que genera el fermento de uvas en tu alma, también es una obra del Espíritu Santo.
“El rey se alegrará en tu fortaleza, oh SEÑOR; y en tu salvación ¡cuán grandemente se regocijará! Le has concedido el deseo de su corazón, y no has negado la petición de sus labios. Selah ( Sal. 21: 1-13 ).
Necesitamos recordar el gozo de Jesucristo, aunque sepamos muy bien que fue varón de dolores, experimentado en quebranto. Hebreos nos dice que Jesús, por el gozo puesto delante de Él , soportó la cruz y menospreció la vergüenza ( Heb. 12:2). Pero Cristo ha resucitado, y el Salmo 21 nos cuenta que ha recibido todo cuanto su buen corazón ha deseado, y ha subido entre aclamaciones de alegría a la diestra del Padre. A Su diestra hay delicias para siempre; hay plenitud de gozo ( Sal.16:11 ). El siervo fiel es invitado a entrar en la alegría de su Señor ( Mat. 25: 21 , 23). Y hay gran alegría en la presencia de los ángeles por un pecador que se arrepiente ( Lucas 15: 7, 10). El cielo es un lugar gozoso. Son nuestras grisáceas sombras las que intentan trepar por las cosas del cielo. El Rey del cielo está lleno y rebosante de alegría.
¿Es ese el lugar para el que nos estamos preparando?
¿Será que Jesús solo pensó ruidosamente e hizo las más coloridas bromas en la guerra y en la polémica, pero luego las abandonó como si fueran un mal necesario y accesorio? Las armas de guerra se fundirán para hacer horquillas, así también, la alegría del Señor tendrá un uso noble y fructífero en la eternidad.
Me llamo Dante, vivo en Argentina, estoy casado con Lady, y juntos tenemos un hijo. Usted puede contactarme a mi Wathsapp: +5492395408540