El sentido común fue encerrado en una caja bajo siete llaves, las llaves deglutidas por un dragón, el dragón fue encerraron en el centro de la tierra, y la caja fue enterrada a miles de metros de profundidad.
No es novedad que el mundo actual atraviesa una de las crisis más grandes del sentido común. No hace falta tanta metáfora para darse cuenta de los grandes esfuerzos que se hacen para ocultarlo.
Pero no le vamos a echar toda la culpa a esta generación, por el contrario, podemos ubicar las causas de todo este embrollo hace varios siglos atrás. Y es un problema que compete primero al área del pensamiento, de la filosofía. Que luego trasladada al hombre de a pie, genera los disgustos que podemos ver en nuestra época.
Pero ¿Qué es el sentido común?
Es algo tan simple y obvio que muchas veces es difícil de explicar, pero no imposible. El sentido común es nada más y nada menos que la capacidad de juicio, de razonamiento. Pero no un razonamiento cualquiera, sino uno acorde a la realidad objetiva.
Así lo define Hernández Prado en la introducción a la antología de textos de Thomas Reid:
El sentido común es en principio una forma de percibir, razonar y actuar inherente a los seres humanos maduros de cualesquiera épocas y culturas, apoyada en una serie indeterminada pero incuestionable de primeros principios que hacen posible la formulación precisa de enunciados o juicios «de sentido común», capaces de guiar a todos los seres humanos en sus percepciones sensibles, sus reflexiones y sus acciones. «Sentido común» es, entonces, sinónimo de «buen sentido» y «sensatez»[1]
¿Pero sobre qué idea fundamental se desarrolla este sentido común?
El ser humano tiene intelecto y el mundo que lo rodea es inteligible. Ese principio básico nos muestra que existe el ser humano, que tiene inteligencia, que esta le da la capacidad de conocimiento, que existe el mundo fuera de él y que lo puede conocer porque el mundo es inteligible.
El hombre se para frente al mundo y lo ve, lo ve y puede entender lo que las cosas son y lo que el mismo es. Genera conceptos de esas cosas y emite juicios. Esto es un árbol, esto no es un árbol, esto es una mesa, esto es un helicóptero, esto no es un rinoceronte, etc. A partir de varios juicios puede elaborar razonamientos. Si esos juicios se adecuan a la realidad que observa, se puede saber que está emitiendo juicios correctos, si no se relacionan con la realidad son juicios equivocados. Por ejemplo, estoy frente a una silla, pero digo “esto es un cocodrilo”. Mi juicio no fue correcto.
Vivimos en un tiempo en el cual, si alguien emite un juicio errado, no acorde a la realidad que todos podemos comprender, en lugar de poder corregirlo, debemos aceptar su juicio errado, no solo aceptarlo sino vivir y actuar como si fuese correcto. Tarde o temprano, llevado eso al extremo, la vida en sociedad será cada vez más conflictiva. Porque los razonamientos no se apoyan en lo real sino en lo imaginario subjetivo.
La sensatez me dice que debo razonar acorde a lo real, pero el mundo me dice que lo real no importa, que no existe o que no lo puedo conocer. Ese pensamiento no surgió de un repollo, son siglos y siglos de una filosofía que le hizo la guerra al sentido común y que cuando pudo bajó sus ideas al hombre de a pie y eso hizo que hoy vivamos las consecuencias.
Siempre existieron batallas aisladas contra el sentido común, en la antigüedad por ejemplo podemos encontrarla en algunos de los sofistas, pero la verdadera guerra comenzó poco antes de comenzada la edad moderna.
A fines de la edad media ya se veían vestigios o digamos que cada vez había batallas más fuertes, ideas como la nominalista ya comenzaban a quitarle peso a la realidad. Lo que se llamó el problema de los universales fue un puntapié para ello. La creciente postura del sujeto como medida, la perdida de objetividad del mundo.
Entrada ya la modernidad esta guerra se hizo cada vez más extrema, Descartes con su duda metódica, Hume, Malebranche, Locke, Kant, etc.
Todos ellos comenzaron a poner en duda lo real, lo real no existe, solo existen las ideas, las impresiones las percepciones, no sé si existe o no lo real, pero si existiera el ser humano no es capaz de conocerlo, entonces tiene que crear él mismo un objeto para poder conocerlo. No es el momento para explicar cada teoría, pero cada una de ellas cada vez le hacia una guerra más dura al sentido común, sentido que nos dice que la realidad está ahí y que la podemos conocer y actuar en consecuencia.
Thomas Reid en la misma época, a mediados del 1700, se dio cuenta de esas batallas e intentó denunciarlo:
En esta competición desigual entre el sentido común y la filosofía, la última lleva siempre las de perder; tampoco podrá florecer, hasta que se olvide esta rivalidad y se vuelva a una cordial amistad: porque, en realidad, el sentido común ni depende de la filosofía, ni requiere su ayuda. Pero, por otro lado, la filosofía (si se me permite cambiar de metáfora) no tiene otra raíz que los principios del sentido común; crece de ellos y se alimenta de ellos. Al cortarle esta raíz su honor se degrada, se le seca la savia, muere y se pudre. Los filósofos de las últimas épocas que he mencionado, no se cuidaron de preservar esta unión y subordinación tanto como requiere el honor y el interés de la filosofía: pero los del presente le han declarado una guerra abierta al sentido común[2]
Reid es claro, en la misma obra profundiza el tema y nos muestra como la filosofía y con ella también el hombre de a pie, busca la verdad, lo verdadero, la certeza, sino no podría vivir. Si el hombre fuese totalmente escéptico, la vida misma sería imposible de sobrellevar. Si yo no creyera que el alimento hace que me mantenga vivo, no comería, entonces moriría, si yo no creyera que existo o que si me choca un auto no corro riesgo de vida (porque ya de por si no existo) no miraría cuidadosamente a los dos lados antes de cruzar la calle. Y si del mismo modo, todos pensaran igual, la vida cotidiana sería un caos. Podría seguir infinitamente con estos ejemplos. Pero no hay tiempo.
El sentido común nos dice que conocemos las cosas, que existo yo, que existe el mundo, que yo veo y conozco al mundo y también a mí mismo. Y que cuando conozco eso puedo entender su esencia, puedo entender lo que el mundo es y puedo entender lo que yo mismo soy. Tal vez no pueda llegar a lo profundo de esa realidad, pero puedo conocerlo y puedo generar un concepto en base a eso, emitir juicios y razonamientos acordes. Ahora bien, en la historia del pensamiento y de la filosofía pudimos ver como ese sentido común fue puesto en duda, como se fue alejando de él y como dice Reid, se fue pudriendo entonces la filosofía misma. Y hoy que esa filosofía podrida está entre la gente, la gente misma se está pudriendo.
Los modernos decían que la realidad no existe o que si existe no la podemos conocer, hoy hay directamente un desprecio a la realidad, “la realidad me importa un pepino, acá se hace lo que yo digo”
Y la ideología se impone, frente a un proceso que directamente quitó al intelecto, con ello a los juicios y a los razonamientos. Puso la voluntad y con ello el deseo libre por sobre el pensamiento.
Ese salto tiene en el medio muchos años de filósofos contemporáneos y años de bajar nuevamente esas ideas al hombre de a pie. Es decir que lo que comenzó como un desconocimiento de lo real, pasó a un predominio volitivo. Pasaron entre muchos otros, Nietzsche y Sartre.
¿Cómo llegamos a eso?
Castellani dice que:
Hay tres cosas que la mente del hombre percibe o debe Percibir inmediatamente, no por raciocinio sino por introspección, que son el Ser, la Verdad y el Bien; y las tres son una sola, pero “las tinieblas que han caído sobre la tierra” impiden al Hombre hoy día verlas. Y es que el hombre ha violado el segundo mandamiento; se ha hecho idolos,y ha comenzado a adorarse a sí Mismo.[3]
Y acá aparece una paradoja y es que el hombre se llegó a adorar a sí mismo, pero el sí mismo del hombre es ser según la razón, sin embargo, luego de ensimismarse se alejó también de esa razón y dijo que no existía tal cosa como “algo propio”, que no existía tal cosa como “la esencia” del ser humano, entonces cada uno era libre de crearse y percibirse. Y vuelvo a Castellani, que nos dice que:
El mundo moderno le dice al hombre ´Tú eres un semidiós´, y después le dice: ´Tú eres una podredumbre. ´ El mundo miente, señores, y es condición de mentirosos tener que corregir una mentira con otra mentira más grande.[4]
Los filósofos modernos que le hicieron la guerra al sentido común empezaron diciendo “tú eres podredumbre”, vos ser humano no sos capaz de conocer la realidad. No sos capaz. No podes. No te da. O la realidad no existe entonces probablemente ni vos existas, no sos nada.
Pero inmediatamente le dijeron “tú eres un semidiós”. Como no la podes conocer, como no sos capaz, tenes que empoderarte y crear vos mismo la realidad. Convertite en Dios, sé el creador. Sé un superhombre, diría Nietzsche.
Entonces vino Sartre y dijo nada es, todo existe y mientras existe se crea libremente. Hay que hacer eso. El ser humano no tiene esencia dada, se la tiene que crear.
Aparecen los primeros vestigios de la ideología de género. Yo no soy hombre ni mujer, no nací con esencia, voy a ser lo que quiera ser (voluntad por encima). Guerra del sentido común.
Todos estamos de acuerdo en que estamos viviendo ese momento culmen contra el sentido común, basta con dar algunos ejemplos, relacionados a esta ideología: un hombre de pronto empieza a sentir que está en el cuerpo equivocado, la percepción de sí mismo se ve deteriorada, en lugar de acatar la realidad que dice que es hombre, se rebela contra ella y le dice me importa un pepino lo que digas, yo soy una mujer. Porque así lo quiero. Y todo el mundo debe aceptar que soy una mujer. Por más que el sentido común, que me hace razonar, me diga que no es una mujer, debo hacer oídos sordos a todos lo que diga el sentido común y simplemente aceptar lo que esa persona dice. Debo, no ya solo pelear con el sentido común, sino simplemente ignorarlo.
Las consecuencias de esto están a la vista, basta con abrir las noticias y cada día encontrarse con información absurda y bizarra.
“Chica trans gana concurso femenino de belleza” “Chica trans fue trasladada a la cárcel de mujeres y embarazo a tres reclusas” etc.
Estas afirmaciones son contradicciones en sí mismas, son expresiones que van contra los primeros principios del razonamiento, como justamente el principio de no contradicción. Van, por lo tanto, en contra del sentido común. Y van entonces en contra de la humanidad misma. La guerra contra el sentido común es una guerra del humano contra sí mismo. Como generalmente son todas las guerras, pero esta va mas allá, es una guerra casi metafísica, es el ser humano luchando contra su esencia, contra lo que es.
Una batalla perdida
Sin embargo, ante este oscuro panorama, y luego de haber desentrañado las causas filosóficas de esta crisis del sentido común y por lo tanto crisis del sentido mismo de la vida. Propongo volver a la frase de Castellani donde nos dice que el hombre ha violado un mandamiento y que por eso no puede percibir el ser, la verdad y al bien. Y al detenernos allí, podríamos pensar en el primer pecado, el pecado de soberbia, de orgullo, como lo contrario a la humildad. Esa soberbia no permite sacar a la luz la humildad que se precisa para poder mirar la realidad, aceptarla, razonar acorde a ella y actuar acorde a ese razonamiento.
La verdad ha de buscarse con humildad; por eso mientras sigamos pensando que depende del sujeto, será muy difícil aceptar la realidad, aunque será inevitable darnos de frente con ella.[5]
Dice Rafael González en Kant y la ilustración. Mientras el ser humano siga parado en su soberbia, jamás podrá salir de la paradoja de pelear él mismo contra su sentido común. Una pelea en la que corre con desventaja. La batalla contra el sentido común está perdida, la realidad siempre se impone.
Hoy o hace miles de años, el sentido común siempre se va a imponer por sobre el capricho y la voluntad humana. El hombre de hoy lo sabe. Y los de antes, incluso aquellos que iniciaron la guerra, siempre lo supieron.
Quisiera terminar este ensayo con una frase que data de varios siglos antes de Cristo, en el Georgias de Platón:
Pero el orden real, puede mucho, tiene una enorme fuerza y siempre de un modo u otro, vuelve a imponerse.
[1] Reid Thomas, 2003. “La filosofía del sentido común”. Mexico. Amalgama. p. 7.
[2] Reid, Thomas. (2004). “Investigación sobre la mente humana según los principios del sentido común”. Madrid. Editorial Trotta. S.A. p. 76
[3] Castellani, Leonardo. (2018). “De Kirkegord a Tomas de Aquino”. Córdoba. Athanasius editor. P. 168
[4] Castellani, Leonardo. “Cristo ¿Vuelve o no vuelve?”. Editorial Vórtice. P. 143
[5] Gonzalez, Rafael. (2004) “Kant y la ilustración”. Madrid. Ediciones RIALP.