Yo prefiero a Agustina

🗓️15 de agosto de 2023 |

El espectáculo grotesco de una conocida cantante, líder de un grupo de música pop, mostrando su pálida desnudez de cintura para arriba en medio de un concierto, vuelve a ponernos ante el drama que supone para la sociedad de hoy el «empoderamiento» de la mujer desde la óptica «feminista». Un drama promovido y amplificado por unos medios de comunicación irresponsables que han encontrado en la ideología de género (y en todas las aberraciones morales adyacentes) una de sus principales fuentes de ingresos. 

Me escandalizan mucho más las palabras pronunciadas por la vocalista de Amaral que la propia imagen de su torso desnudo (algo ya, por desgracia, nada novedoso en un mundo, además, tan diabólicamente pervertido por el consumo masivo de pornografía). La cantante relacionó su desnudez con la «dignidad de las mujeres» y con el uso de su «libertad». Y todo, con la excusa de un incidente ocurrido hace unos meses, cuando a otra solista de este tipo de musiquillas, la propia policía municipal tuvo que pedirle que se cubriera el torso estando en el escenario, ante miles de personas. 

Me impresiona (aunque no me sorprenda del todo, dada la fauna imperante) que una mujer joven, en España, en el año 2023, relacione la exhibición pública de su desnudez con la «dignidad». ¿Qué concepto tiene Eva Amaral de lo que es la dignidad humana?, ¿o acaso cree que existe una «dignidad femenina» distinta de la humana? Si para sentirse digna necesita exhibir su pecho sin ropa, ¿quiere eso decir que todas las veces en que ha actuado vestida se ha sentido «indigna»? Me parece, de verdad, un disparate de dimensiones siderales.

No menos me sorprende que dicha intérprete relacione la exhibición pública de su desnudez con la «libertad». ¡Qué pobre concepto de una de las categorías más ricas, más singulares y específicas de la persona! ¿De verdad en 2023, medio siglo después del primer «cine del destape» en España, esta cantante necesita poder verse desnuda en un lugar público para experimentar su «libertad»? E igualmente, ¿cuántos conciertos ha dado, entonces, en una situación que deberíamos calificar sin duda de «esclavitud» (o sea, correctamente vestida)?

Como siempre, la ideología de género y sus parientes del pabellón oligofrénico (la moda trans, el orgullo lgtb, etc.) manipulan la realidad de una forma tan burda y pueril, que solamente sus víctimas (que ni mucho menos son sólo mujeres) son incapaces de darse cuenta del engaño. Porque, evidentemente, ni una mujer es más digna por mostrar su cuerpo desnudo, ni la libertad femenina se sustancia en algo tan decididamente ridículo. Estar vestido en público no es otra cosa que respetar a los demás, regla básica y elemental que hace posible la convivencia entre todos.

A riesgo de que los lectores de esta página me tachen desde el principio de «carca» y retrógrado, les diré lo que yo considero que es la dignidad femenina (suponiendo, que es mucho suponer, que la podamos diferenciar de la simplemente humana). 

Dignidad femenina es, por ejemplo, la que demostró la Santísima Virgen María al decir «fiat» (me fío, acepto) al Arcángel Gabriel, al comunicarle éste los planes de Dios para la redención del mundo. Dignidad femenina es, por ejemplo, la de una joven embarazada, abandonada por su novio, que decide tener a su hijo para criarlo con el doble de amor. Dignidad femenina es la de tantas esposas que son el pilar de su familia, las pediatras de sus hijos, las economistas del hogar, las mejores cocineras. Dignidad femenina es la de nuestras abuelas, que sobrevivieron a una guerra civil y fueron capaces de criar después a sus nietos.

La dignidad y la libertad, señora Amaral, provienen de Dios. Es Él quien nos pone el ropaje más caro y exclusivo, el único que ni se compra ni se vende. El ropaje de ser sus hijos, de estar hechos a su imagen, y por ello, de no estar sometidos a ninguna esclavitud de origen. 

Lástima que en vez de usar un micrófono y un escenario para dar públicamente testimonio de esa dignidad (haciendo uso de una libertad responsable), esta aragonesa levantisca haya preferido la vía mucho más fácil (y más rentable) de rendir pleitesía al lobby feminista. Yo, si me lo permiten, prefiero como ejemplo de empoderamiento femenino aragonés a doña Agustina, nacida en Reus, muerta en Ceuta y defensora eterna de Zaragoza. Y siempre, siempre, impecablemente vestida.

Rafael Ángel Nieto-Aliseda Causo