La humildad es la madre de los gigantes.
Uno ve grandes cosas desde el valle.
Desde la cumbre sólo se ven las pequeñas.
G.K. Chesterton.
“Nos enseña las escrituras y parte para nosotros el pan”
En el escrito anterior intenté explicar como lo que Dios quiere de nosotros es que lo adoremos en “espíritu y en verdad” (Juan 4, 24), y que para salir de esa doblez primigenia en la que nos sumió el pecado original lo debemos adorar con la razón y la voluntad unificadas, para que nuestro sacrificio y ofrecimiento sea agradable a Dios (Génesis 4, 4), este ofrecimiento de nuestras intenciones debe ser hecho a la Luz (Juan 3, 19-21).
Jesús “nos enseña las escrituras y parte para nosotros el pan”. Las dos cosas son esenciales. Como traté de explicar en el texto anterior Jesús ofrece Su propia voluntad para que nosotros podamos ser redimidos, es decir “parte para nosotros el pan” de la vida eterna en Su cuerpo y sangre entregadas y derramadas por nosotros, para que nosotros nos podamos fortalecer a través de Él.
Pero Jesús también “nos enseña las escrituras”, es decir, nos muestra cómo a partir de esta fortaleza en Él permanecer fieles a Su palabra, es decir, nos enseña una sabiduría que nos muestra cómo vivir para alcanzar el reino de los cielos.
Ahora, en este nuevo texto, vamos a tratar de mostrar cuando Jesús se refiere a esto, los consejos evangélicos que Él nos indica demostrándonos cómo tenemos que vivir en la Luz, para alcanzar el reino de los cielos “aquí y en la eternidad” (Juan 4, 14).
Vivir en la Luz, “aquí y en la eternidad”, nos habla de una singularidad esencial (Juan 17, 21-23). Una especie de sincronicidad con Dios (contemporaneidad con Cristo dice Kierkegaard) donde queda de manifiesto que la resistencia a este Reino que Dios quiere instaurar en la tierra deviene de una concepción errónea del poder material.
Esta concepción errónea del poder material fue inoculada en el pecado original, el cual nos contagió de una inmanencia desesperada donde el humano especulando quiere controlar la realidad según su propio sistema, según su propio punto de vista o ideología y esto no deja lugar al espíritu de Dios. Esta especulación y desesperación por el poder inmanente, cortoplacista, no le deja desarrollar al humano la Fe, la Esperanza ni el Amor necesarios para vivenciar el plan de Dios en la Luz, ni aquí ni en la eternidad.
La especulación y la inmanencia como venenos del pecado original y generadores de la doblez.
La especulación
Primero, el daño que hace la especulación. La especulación provoca el sacarnos de la luz, avergonzarnos de ella, el “bajar la cabeza”, visitar en la noche, oculto de las miradas del que dirán a Dios (Génesis 4, 5-6 , Juan 3, 2), pues pensamos en nuestro fuero íntimo que nosotros mismos podemos dilucidar cómo alcanzar el poder de Dios.
Para mostrar esto vamos a servirnos de los evangelios:
“Y al notar cómo los invitados buscaban los primeros puestos, les dijo esta parábola:
«Si te invitan a un banquete de bodas, no te coloques en el primer lugar, porque puede suceder que haya sido invitada otra persona más importante que tú,
y cuando llegue el que los invitó a los dos, tenga que decirte: «Déjale el sitio», y así, lleno de vergüenza, tengas que ponerte en el último lugar.
Al contrario, cuando te inviten, ve a colocarte en el último sitio, de manera que cuando llegue el que te invitó, te diga: «Amigo, acércate más», y así quedarás bien delante de todos los invitados.
Porque todo el que ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado». Después dijo al que lo había invitado: «Cuando des un almuerzo o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos, no sea que ellos te inviten a su vez, y así tengas tu recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los paralíticos, a los ciegos. ¡Feliz de ti, porque ellos no tienen cómo retribuirte, y así tendrás tu recompensa en la resurrección de los justos!».”(Lucas 14, 7-14)
Jesús aquí habla de dos tipos de especulación en conveniencia con el poder, la de tratar de escalar a los primeros puestos y la de dar solamente a los que te pueden devolver. Estas dos enseñanzas también están en otras partes del evangelio: la de escalar a los primeros puestos es algo que le reprocha a Santiago y a Juan (Mateo 20, 20-28) , y la de dar a los que no te pueden devolver es lo que le dice al joven rico (Mateo 19, 21).
El mal, lo enceguecedor de esta especulación es el interés. Perdemos la sensación de gratuidad, de Gracia. Nos llenamos de doblez saliendo del tiempo presente especulando, buscando un resarcimiento que quizás no merecemos pero que atesoramos en nuestra cabeza, nuestro espíritu de vuelve pesado porque no le damos gracias ni lugar a Dios, nos hace perder la humildad pues no nos podemos desligar del interés material y no podemos alcanzar el desprendimiento necesario para alcanzar la libertad en el espíritu de Dios, no podemos habitarlo. Caín luego de su sacrificio baja la cabeza, Nicodemo va a ver en la noche a Jesús, ambos siguen a Dios pero sienten vergüenza ante Él, pues el poder material oscureció sus mentes, desdobló sus intenciones.
(Pero quedémonos con lo de la humildad pues en la inmanencia también se ve afectada la humildad.)
La inmanencia
Para explicar cómo se da esta inmanencia voy a citar otro pasaje de los evangelios, el de los saduceos. Como es bastante conocido sólo voy a ir citando las frases más relevantes que aparecen en los tres evangelios sinópticos.
Contextualizo un poco: los saduceos eran de la secta más rica de la teocracia judía, eran de los más poderosos materialmente hablando y, por esto, eran los que tenían el entendimiento más lejos de la singularidad de Dios, pues negaban la existencia de los ángeles y la resurrección (creían únicamente en la Torá pero no en los profetas). Jesús les dice lisa y llanamente:
“están equivocados porque desconocen las Escrituras y el poder de Dios” (Mateo 22, 29)
Los saduceos no comprenden el alcance del poder de Dios. Escandalizados por su propio poder y las marañas históricas que hicieron para conservarlo, “matan al mensajero” (a los ángeles y profetas) y en su poder inmanente niegan la trascendencia al no creer en la resurrección. Los saduceos se despojan de lo sobrenatural para justificar su propio poder material y esto tiene que ver con las “objetivaciones” inmanentes -valoraciones- que tuvieron que hacer para llegar a ese eslabón social del que se sienten muy orgullosos. Me explico: los saduceos son los pragmáticos pues creen que “la ley” se reduce al poder y a conservarlo, y en su inmanencia, buscando el reino de este mundo, perdieron de vista el poder de Dios, el Dios de la vida y la resurrección. Jesús les dice:
“Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Él no es un Dios de muertos, sino de vivientes. Ustedes están en un grave error».” (Marcos 12, 26-27)
Acá Jesús toma un pasaje de la Torá, en la cual los saduceos creían, para demostrarles que Dios se vivencia, Dios se aparece como a estos patriarcas (que no poseían el conocimiento de la Torá pero sí viven en la presencia de Dios). Dios no es una mera abstracción que justifica un sistema de poder inmanente, Dios no era mera historia, Dios se vive, Dios Es.
A los saduceos, el “seréis como dioses” de la serpiente, la tentación del pecado original, la pretensión de autonomía por encima de la presencia trascendente de Dios, les había enredando la mente y en vanas elucubraciones perdieron la humildad para llegar a la presencia de Dios.
Por esta pretensión de poder material, para no ver la verdadera impotencia de su pretendida autonomía, la falta de humildad se resigna e intenta camuflarse en la inmanencia. Pero esta artificial inmanencia no hace justicia a la verdad y es uno de los principales motivos de la doblez en la que nos sumerge el pecado original. La inmanencia no hace justicia a la verdad ni a la humildad pues no aceptando la trascendencia de los hechos faltamos a la humildad porque desconocemos todo el poder de Dios, no aceptamos que todo lo que sucede es trascendente y así terminamos negando al Dios de la vida y el movimiento continuo que Él ejerce sobre la Creación.
Me explico un poco mejor. Al creer que podemos negar la trascendencia por una especie de humildad inmanente del tipo:¡como vamos a creer ser trascendentes! estamos faltando el respeto a la verdad pues como Javier Gomá explica el universal concreto es el ejemplo. Esto quiere decir que el humano ejerce un ejemplo continuamente sobre sus prójimos (como lo hacen los Patriarcas Abraham, Isaac y Jacob), ejemplo que trasciende su propia muerte pues ese ejemplo deja una marca consciente o inconsciente en la vida de los humanos hasta el fin del mundo, ejemplo que se manifestará con toda su potencia en la resurrección final, en la nueva creación (Apocalipsis 21, 5-6). Y el creer que esta influencia trascendente del ejemplo no existe o no es registrada es lo que produce en el humano la doblez, pues piensa que el resultado está más allá de sí mismo cuando en verdad el resultado para Dios es uno mismo, nuestra propia singularidad, manifestada a los demás como un ejemplo, entonces persiguiendo un resultado ajeno a sí mismo, el humano se desdobla entre lo que es en verdad y entre lo que imagina que es, o busca ser.
Jesús en estos dos pasajes, Lucas 14, 7-14 y el pasaje con los saduceos, nos enseña a salir de esta doblez y nos muestra que la humildad es el mejor camino para llegar a Su presencia.
La cuestión es: ¿cómo encontramos y ejercitamos esta humildad? a través de la obediencia (Hebreos 5, 7-9). Y para ver esta obediencia nos centraremos en la Madre de Dios, la Virgen María, pero eso para el próximo texto. Un saludo.
Santiago Festa von Neufforge |