Se comulga de rodillas, por Rafael Nieto 

🗓️12 de septiembre de 2023 |

En un mundo devastado por el relativismo moral, mientras parecen sonar las campanas que anuncian la cercanía de los últimos tiempos, no es extraño que también la Iglesia Católica, cuerpo místico de Jesucristo, naufrague y esté cerca de hundirse en medio de la tormenta. No solamente Bergoglio nos confunde a menudo con su peculiar estilo; también muchos pastores, encargados de apacentar el rebaño de Cristo, muestran de manera impúdica sus fauces de lobos hambrientos.

Ignoramos el futuro que pueda tener todo lo acordado en el polémico y escandaloso «sínodo de la sinodalidad» alemán (una sucesión de herejías calculadamente consentidas desde Roma, al menos hasta hoy), pero lo que sí sabemos es que solamente los católicos que tenemos conciencia del pecado (y que, naturalmente, somos una minoría) podremos salvar la Iglesia y evitar que se transforme en una gran «ong progre», sin más vínculo trascendente que el que pudiera darle la Pachamama.

Y es que, curiosamente, solamente aquellos que somos conscientes de que el pecado existe, y de que todos somos pecadores, podremos luchar contra él y confesarnos ante un sacerdote para poder estar en Gracia de Dios. Somos por tanto nosotros, esa pequeña minoría de personas con conciencia de pecado, quienes podemos agradecer de forma activa la labor redentora que Nuestro Señor concretó en la Cruz, dando al mundo un ejemplo visible de coherencia con la Fe Verdadera. 

Una manera incomparable de dar testimonio público de nuestra Fe, y de dignificar nuestra presencia en el sacrificio incruento que Jesús nos dio con la Santa Misa, es comulgar de manera correcta. Produce muchísima tristeza y una gran vergüenza ajena ver cómo la inmensa mayoría de los católicos de hoy se acercan al altar, en el momento de la Comunión, como quien se acerca a un kiosko ambulante, a que le den un aperitivo gratis. Y sinceramente, no pretendo con estas palabras hacer una crítica ofensiva de nadie, pero cualquiera puede comprobar personalmente que lo que digo es cierto.

En primer lugar, es preciso recordar que sólo se puede comulgar estando en Gracia de Dios, esto es, habiendo confesado recientemente los pecados a un sacerdote. Cualquier «comunión» que se recibe sin estar en Gracia, es realmente un sacrilegio contra Nuestro Señor, al que se ofende gravísimamente con ese acto innoble. En segundo lugar, y aunque la Iglesia permite otras formas, la manera adecuada y solemne de recibir la Sagrada Forma es de rodillas y en la boca, salvo que haya un problema físico que nos lo impida (p.ej., en personas mayores, impedidos, etc.). Esto tiene mucha más importancia de la que la mayoría de los católicos suele darle.

Si realmente creemos que Cristo está presente en la Eucaristía desde la Consagración, la única manera lógica de recibirle es, como digo, de rodillas. Además, solamente las manos de una persona consagrada deberían tocar la Sagrada Forma, por lo que ésta debe recibirse en la boca, directamente de la mano del sacerdote. Así lo ha observado siempre la Tradición de la Iglesia Católica, y así debemos conservarlo nosotros también, para que permanezca vivo en la herencia espiritual de las próximas generaciones. 

Desde estas modestas líneas, y con el único deseo de cumplir con la obligación de la corrección fraterna, invito a los católicos que lean este artículo a que empiecen a comulgar de esta manera. Que piensen solamente en Nuestro Señor, que dio la vida por nosotros. Que realmente Él nos pide muy poco, la dignidad de demostrar que le amamos más que a nadie y que estamos felices de ser hijos suyos. Qué poco cuesta presentarnos ante su Gloriosa Majestad para decirle que estamos a sus pies para lo que Él nos quiera; y que nuestra vida es suya, porque Él nos la dio.

Se comulga siempre en Gracia de Dios, de rodillas y en la boca, amigos. Es en ese momento cuando empezamos a ser dignos de pertenecer al Reino de Dios.