Nadie tiene intención de construir una nueva iglesia

🗓️23 de octubre de 2023 |

Los caminos del Señor son inescrutables. Sin embargo, los caminos paralelos de las filosofías disolventes y las teologías heterodoxas son bastante escrutables. Con el ojo bien entrenado y el oído atento se atisba de fondo en sus partituras los mismos patrones ocultos. Siguiendo con la metáfora musicalvamos a discurrir sobre algo que, de alguna manera, se sitúa a medio camino entre la dodecafonía y la música atonal. De esta manera, primero nos adentraremos en el recorrido de ciertas filosofías disolventes para, más adelante, analogarlo con los derroteros trazados por algunasteologías heterodoxas de reciente cuño.

El marxismo ortodoxo fracasó, no es ningún secreto. El comunismo en todos los países donde se ha implantado ha conducido invariablemente a los mismos resultados. Confrontados con esta realidad, sus adeptos más fervientes repiten como loritos la excusa-mantra de que «el comunismo todavía no se ha aplicado como Marx y Lenin realmente querían». El hecho es que por el camino,como nos señala Stéphane Courtois en El libro negro del comunismo, se calcula en 100 millones la cifra de muertos provocados por el comunismo. Al fin y al cabo,nodebería extrañarnos que una ideología materialista y atea termine siemprearrojando el mismo resultado:muerte. La cosificación del ser humano, el tratarlo sin respeto asu dignidad sagrada intrínseca fruto de ser criatura creada a imagen y semejanza de Dios(Gn 1, 27),no puede ofrecer otro resultado.

Para el 13 de Agosto de 1961 más de 3 millones de personas que vivían en Alemania del Este habían emigrado al Oeste. Huían del estado policial oriental y anhelaban una vida mejor. De hecho, ese mismo día, la República Democrática Alemana (RDA) necesitó construir un muro para frenar el éxodo. El muro fue una de las muestras más flagrantes del fracaso estrepitoso del comunismo frente a la próspera Alemania occidental. Walter Ulbricht, jefe de Estado de la RDA, era fiel a los principios del marxismo-leninismo. Prueba de ello es que dos meses antes, en junio de 1961, en una conferencia de prensa internacional declaró:«Nadie tiene intención de construir un muro».Seguramente hoy algún conocido político españolle echaría un capote declarando:«El camarada Walterno mintió, sólo cambió de opinión».

Tan irrefutable como la solidezdel muro fue patente que el marxismoortodoxo había fracasado. Necesitaba una reforma, una puesta a punto, una especie deaggiornamento. Así, mientras EEUU entraba en conflictos bélicos con el comunismo en diversos rincones del planeta, los herederos y ejecutores de la incipiente reforma marxista gozaban del máximo beneplácito en las universidades norteamericanas. Es lo que se conoce comoEscuela de Frankfurt. El filósofo y periodista italiano Antonio Gramsci, alumno aventajado del comunismo, ya habíaseñalado tan remotamente como en 1930 que la clave en el asalto comunista al poder político debía constituirlo la cultura. Resucitaba el viejo concepto de Bismark, acuñado por Rudolf Virchow, de la Kulturkampf (combate cultural) y lo conjugaba con la ideología marxista-leninista. Según Gramsci, el marxismo no debía pretender conquistar el poder de manera violenta y directa sino de manera indirecta, asaltando primero la cultura. De esta forma el poder político caeríacomo fruta maduraen manos de los comunistas de manera automáticay duradera. Muy astuto Gramsci, un genio, sin duda.

Contando con el italiano como precursor, los pensadores de la Escuela de Frankfurt y los filósofos vinculados a la misma, considerados prohombres en las universidades norteamericanas(l`élite, la crème de la crèmea nivel mundial)fueron a lo largo de sus sucesivas generaciones  reformando el marxismo ortodoxo. Es importante señalar que fue un proceso largo, no un fenómeno puntual. Influidos de base por la dialética hegeliana (en origen de Fichte) y las filosofías de Marx, Freud y Nietzsche (tridente que Ricoeur bautizaría de manera célebre como filósofos de la sospecha), los pensadores de la Escuela de Frankfurt fueron elaborando una revisión crítica,reformando el marxismo-leninismo hasta dar lugar alo que hoy se conoce como nueva izquierda. El reciente libro de Cristian Rodrigo Iturralde tituladoEl inicio de la nueva izquierda y la escuela de Frankfurt saca a la luz el proceso con un análisis exhaustivo y certero. Es un libro de lectura aconsejable y que hace genial maridaje con otra obra reciente,El libro negro de la nueva izquierda, de Nicolás Márquez y Agustín Laje, cuyo título rinde honor a la obra magnífica de Stéphane Courtois.

El marxismo ortodoxo instrumentalizaba a la clase social proletaria (los pobres) para alcanzar el poder político. Pero este instrumento pronto mostró sus limitaciones. El desarrollo económico acontecido en las naciones occidentales en la segunda mitad del siglo XX condujo a una mejora de la calidad de vida que, en la mayoría de los casos, incluía a las clases sociales más desfavorecidas. El resultado socioeconómico fue una reducción de los índices de pobreza y la ampliación de las clases medias. Si quería sobrevivir, el marxismo debía ahora buscar nuevos grupos a los que instrumentalizar. La nueva izquierdadio un golpe de timón al asuntoampliando sus horizontesy optó porinstrumentalizardialécticamente a las minorías marginadas (o supuestamente marginadas). Esto lo realizará sin perder nunca de vista la enseñanza del maestro Gramsci: infiltrar(y saturar)la cultura de marxismo en todos sus ámbitos.

Llegados a este punto, enlazaremos el asuntode filosofía política con la dimensión religiosa mediante una analogía. En un artículo anteriormencionamos que el modernismo fue condenado por San Pío X como compendio o síntesis de todas las herejías en la encíclica Pascendi (1907).¿Y por qué el modernismo era una síntesis de las herejías de todos los tiempos? Porque consideraba  a la Iglesia y a sus dogmas (tanto de fe como de moral) como realidades meramente humanas y,por tanto, carentes de verdad revelada o infalible y  que podían, por la influencia de su tiempo histórico y cultural, ser revisadas y reformadas. El modernismo venía a proclamarque la verdad está enteramente subordinada al tiempo. Si lo analizamos con detenimiento, vemos que la pretensión de subordinar la verdad al tiempo se autorrefuta pues subordina todo tiempo a lo que proclama como verdad por encima de todo tiempo. El modernismo ha sido,a su vez, el núcleo de gran parte de las teologías heterodoxas que se han desarrollado a lo largo del siglo XX y quellegan incluso hasta nuestros días. En las últimas décadas la teología de la liberación ha sido la heterodoxia que más radicalmente ha encarnado el nuevo rostro del modernismo. La actitud de hermenéutica de la continuidad que armonizaba el Concilio Vaticano II con los veinte concilios y siglos de historia de la Iglesia previos en una evolución homogénea del dogma,impulsada por San Juan Pablo II y Benedicto XVI, condujo al conjunto de teologías heterodoxas a fracasar en su meta de crear unanueva iglesia. Lamentablemente, como se ha visto con bastante claridad enDer Synodale Weg(el sínodo alemán y teólogos afines), parece queaún hoypervivendentro de la Iglesia Católica grupos infiltrados que buscan adulterar la fe para fundar unanueva iglesia. Der Syondale Weg vendría a constituir una especie deEscuela de Frankfurt teologal. En ella se realizaría un reciclaje de las teologías heterodoxas y se articularían con las nuevas ideologíasde moda propias del Zeitgeist (el espíritu de la época) como son: feminismo, ecologismo,neomaltusianismo, teoría de género, globalismo,etc. Lo exponen Julio Loredo y José Antonio Ureta con brillantez en su libro El proceso sinodal una caja de pandora. La pretensión de estos nuevos modernistas esvolver la sal sosa, compadreando la Iglesia con el mundoe inclusoentregándola para que rinda culto a falsos ídolos y sirva a los intereses y agendas de los poderes globalistas de turno. Proféticamente ya lo advirtió el difunto padre D. Juan Claudio Sanahuja en su magnífico libroPoder Global y Religión Universal.

Estoy convencido de que si les preguntásemos a los infiltrados sobre sus intenciones,ellos, emulando a Walter Ulbricht, nos responderían cínicamente: «Nadie tiene intención de crear una nueva iglesia». Y en cierta manera, a pesar del cinismo, habría algo de verdad en sus palabras: quieren crear una nueva iglesia pero no quieren que sea otra diferente a la Una, Santa, Católica y Apostólica, fundada por Cristo. Quieren suplantar a la Iglesia Católica.Pretenden la protestantización de la propia Iglesia Católica. Pero dicho intento está abocado inexorablemente al fracaso.La razón de esta certeza radica en la fe que profesamos enNuestro Señor Jesucristo. Él es el Señor de la Historia y ha prometido a su Iglesia, su cuerpo místico, su auxilioy su victoria frente a los poderes del enemigo: «Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y el poder del infierno no la derrotará» (Mt 16, 18). Y además,podemos confiar en que dicho auxilio divino,unido al de nuestra madre celestial la Virgen María Santísima y al de todos los ángeles y todos los santos, durará por siempre pues el Señordijo: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20).

Artículo de Teófilo Hispano