Inteligencia Artificial: el exilio de la verdad

🗓️26 de junio de 2023 |

Contradiciendo aquello de «lo mejor está por llegar», legendario epitafio del célebre Frank Sinatra; para nuestro tiempo y humanidad, parece ser que no, que el cantante y actor estadounidense jugaba y juega post mortem con ventaja. Las cosas de Illo tempore, como diría aquel.

El mundo hace aguas, está a punto de «titánicamente» hundirse como consecuencia de la ruina de valores en el que anda inmerso y los pródigos excesos con inteligencias y virtualidades varias. El caso es hacer mutis por el foro en una realidad, una existencial real, que dista mucho de sueños, propósitos y el deseado confort que anhelamos en nuestro día a día.

Es totalmente incierto que seamos unos privilegiados por tener a nuestra disposición ese elenco de artilugios e impensables herramientas que, hace años, no eran más que una quimera o el principal argumento de una película o novela de ciencia-ficción. Aquellas distopías de Bradbury, Huxley u Orwell han quedado en meras anécdotas, pero no sólo por la evolución tecnológica, sino también por el ataque a nuestras libertades y la sumisión a un poder de todo lo que significa progreso.

Claramente, hemos sido desbordados, apabullados e, incluso, atemorizados por las cada vez más asiduas exhibiciones y posibilidades de una Inteligencia Artificial (IA) que ha llegado para quedarse, imponerse y marcar los tiempos de tus próximos momentos sin que, casi sin quererlo y en modo «asesino silencioso», te hayas dado cuenta de su musculosa irrupción y perturbadora presencia. 

Si echamos la vista no muy atrás; al cambio de siglo, por ejemplo, a la llegada de Internet o las infinitas capacidades de ordenadores, tablets o teléfonos móviles, todo parece haberse quedado en el simple anecdotario de un progreso tecnológico ahora asediado por las prisas, por la precipitación, por las exigencias de un guion con la inmediatez como principal protagonista.

Y la celeridad ha sido tal que los algoritmos y datos no dan abasto con el enérgico y sorprendente avance de la IA y sus poliédricos disfraces en forma de poderosas herramientas empeñadas en la acumulación de conocimiento, aprendizaje y diversos tipos de reconocimiento que parecen trasladarnos a un todopoderoso chat GPT al que la inminente actualización de conexión a Internet en tiempo real pondrá fin a cualquier atisbo, si todavía quedaba alguno, de imaginación o creatividad de la mente humana.

Nada parece imposible en el ámbito del saber, en el hecho de acaparar y almacenar datos. Lo que hace unos meses era rabiosa novedad, en poco tiempo, se convierte en obsoleto cuando aparecen nuevas redes, las de fibra y 5G, capaces de superar lo insuperable e infranqueable hasta el punto de convertirse en una inesperada amenaza que, implacablemente, será disipada por el siguiente paso evolutivo de la tecnología con una versión web.X dispuesta a romper la baraja de cánones establecidos y dotar, si cabe, de mayor artificialidad e incertidumbre al entorno veraz, cierto y real que vemos, palpamos, respiramos o sentimos.

Entonces, será el momento de una nueva vuelta de tuerca, de la AGI, la Inteligencia Artificial Generativa, capaz de provocar una insospechada revolución sin parangón, capaz de gestar nuevos conocimientos científicos y sustituir al agente de tareas habituales de los humanos en ese paso hacia la robotización; ergo, nuestra inmediata esclavitud.

La AGI se convertirá en el privilegiado depósito de ingentes cantidades de datos, alejados de aquellos sistemas que, hace escasamente una década, contaban con el inconveniente de límites y limitaciones que, ahora, provocan sospechosas sonrisas entre los nuevos gurús de la tecnología.

Y son múltiples los ejemplos; desde la capacidad para terminar un libro inacabado hasta suplantar la identidad visual y dicción de cualquier ser humano sin levantar la más mínima sospecha de ese fake de imagen o voz que aparece en pantalla. De igual forma, podemos toparnos con la creación de un gran porcentaje de códigos de ingenierías de software, artículos periodísticos, obras artísticas, ensayos académicos o resolución de pruebas objetivas con mayores posibilidades de éxito que las de cualquier aspirante u opositor, por ejemplo, a un puesto en el funcionariado de un determinado país.

Y, de ahí, llegar a la mentira es pecata minuta, pan comido. El Mal conoce perfectamente los laberintos que perturban nuestro Bien y, además, sabe servirse de ellos en su productivo e interesado afán de que el germen de la discordia, la diferencia y la fracción triunfen. Es el caldo de cultivo sobre el que sostiene su vil éxito para derrotar a cualquier oponente que se atreva a plantarle cara.

Con los subterfugios del engaño por bandera, la desestabilización e incertidumbre prometen ser los trending topics de una realidad mundial devastada, asolada por noticias falsas, desequilibrados juicios y mundos paralelos que, con su virtualidad o artificialidad, no hacen más que alejarnos de una verdad ahogada y desesperada en su camino al exilio, para donde ya empezaron a hacer sus maletas disciplinas como la Sociología, la Religión, la Filosofía, la Antropología o, incluso, el Derecho.

Mientras tanto, nuestra ética ha de llevarnos a una sólida reflexión sobre el punto de inflexión en el que la humanidad ha de detenerse al ver socavada su esencia, su pureza, su legitimidad por ese subrepticio avance de un enemigo que, con sutiles razonamientos lógicos, es capaz de destruir nuestra privacidad, nuestra identidad, nuestra seguridad, nuestro derecho a la verdad, a la intimidad y a una dignidad en entredicho por la proliferación de las armas y munición de la Inteligencia Artificial.

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