Filosofía andante: En busca del norte

🗓️10 de agosto de 2023 |

No nos quedan puntos cardinales, todos marchan ya camino de ese exilio forzado al que se han visto sometidos por la ingente cantidad de endémicos males que nos asolan. Es lo que hay, es lo que toca.

Sin embargo, David Cerdá nos hace una desafiante propuesta ante este mundo en llamas, esta civilización en ruinas: vámonos de marcha o de marchas con las rutas exploradas por el autor a lo largo de su Filosofía andante, compendio de opciones y acciones, como cualquier gerundio, para aquel que se preste a salir del abismo al que modas, tendencias y movimientos sibilinamente nos conducen con el cebo del progreso.

La obra de Cerdá es una continua y constante invitación a la acción, a la pregunta, a la conversación, a la reflexión con significativas citas y alusiones a filósofos de tronío de todos los tiempos en un intento de buscar, perseguir y asediar la verdad para cuestionar nuestro dubitativo tránsito por el presente.

Y en esa búsqueda no faltan el amor a la sabiduría y el hallazgo del pensamiento crítico como pasos previos del cambio que nos hace falta o las aspiraciones existenciales que pretendemos. Así, lucha y desafío se convierten en grandes aliados, armas al uso, opciones idóneas para hallar la mejor versión de esta realidad virtual y desvirtuada que nos intentan vender a través de campañas de marketing con multitud de infames mensajes y fantasmagóricos disfraces. El Mal sabe de atuendos.

Cerdá nos advierte de que no hay que picar el anzuelo ni optar por el camino fácil ante esa infinidad de reclamos que han desviado a la ética, la filosofía, las virtudes o los valores del sendero de nuestra existencia para lograr un más que indigno presente y un nada halagüeño futuro para generaciones futuras e, incluso, normies; es decir, gente normal, como tú y yo que nos vestimos por los pies.

Además, el autor osa a ponerse casco antifragmentos, chaleco antibalas y pintura de camuflaje en el rostro para declarar la guerra a todólogos, tahúres, vendehúmos y trileros de tres al cuarto, detractores todos de las cuestiones que nos han de importar para mejorar como sociedad: bondad, verdad, honor, justicia, dignidad, ética, etc.

Y ese es el camino a seguir, el rumbo del timón, la dirección de nuestra brújula en el denodado esfuerzo por dirigirnos hacia el Norte, por marcar una referencia con una cruz hacia la que encaminemos nuestros pasos huyendo de la mediocridad que nos corroe porque cada vez son más las razones para huir y menos las que nos invitan a permanecer, resistir y percutir contra el sentido opuesto de los tiempos, la supuesta verdad absoluta, la presunta superioridad moral y las pérfidas imposiciones de la mainstream. De la cancelación cultural, ni hablamos. Con obras como la reseñada, podemos combatirla.

Así, precisamente, lo poetizaba Seamus Heaney, premio Nobel de Literatura en 1995, en su particular Norte hace tres décadas. Bajo aquel título del poemario y destino septentrional, el escritor norirlandés reflexionaba sobre la complejidad de una existencia humana no exenta de heroísmo, misterio, tragedia y diversos vaivenes entre el tiempo y la eternidad.

Sin embargo, Cerdá pretende hacer amigos, llevarlos a su causa y, para ello, evita hacer rehenes. No se atreve a despreciar la fe y la esperanza. Evidentemente, a pesar de no ser buenos tiempos para la lírica, cuenta con ellas y, como en la «epopeya andante» de El señor de los anillos de Tolkien, ambas logran aliarse con el honor, la belleza, la verdad y la valentía de los protagonistas para lograr su sustento, su supervivencia, esa bóveda vital contra el Mal que, desatado, surge en el camino a Mordor a través de una legión de orcos empecinados en hacer uso de su vileza y violencia para que el Bien no triunfe. Más o menos, de lo que somos testigos en la actualidad con la proliferación de la discordia, la fracción social y todo tipo de «guerras» y escenarios bélicos. Ya se sabe aquello del Divide et impera, ¿no?

Por último, el consejo presente en las últimas páginas de Filosofía andante: leer. Cuestión esencial. Sin duda, el mejor antídoto contra la insaciable sobredosis de sinrazón, la provocada pérdida del sentido común, las sesgadas –y subvencionadas– interpretaciones u opiniones o la cada vez más asidua presencia de fútiles discursos o conversaciones triviales.

La lectura es la senda a seguir, la que, desde «La vida ambulante» en el primero de los capítulos, nos invita a dudar de todo (De omnibus dubitandum) con posterioridad para, de esta manera, convencernos de nuestra imperativa misión terrenal: hallar la verdad por nosotros mismos.