El equilibrio de las cosas: la vida misma

🗓️17 de agosto de 2023 |

Muchos son los momentos que hemos vivido y recordamos, muchas son las personas que hemos conocido y sobre las que nos faltan palabras para, a pesar de su cercanía, ser certeros en su descripción y nuestro juicio. Y muchas son las situaciones que, como minuciosamente retrata Carlos Marín-Blázquez en El equilibrio de las cosas y otros relatos, parecen ser parte de algún exclusivo déjà vu de nuestro presente.

Seguramente, le ha podido ocurrir lo mismo al autor en su última obra. Y se me antoja normal porque, además, juega con ventaja, con esa que le proporcionan una buena memoria para recopilar recuerdos de un baúl abierto, una gran capacidad de observación del mundo y sus protagonistas y, por último, la cercana y minuciosa exploración, debido al ejercicio de la docencia en un instituto, del territorio adolescente.

Los relatos que conforman El equilibrio de las cosas rebosan credibilidad por su proximidad o el lujo de detalles, físicos y psicológicos, de todos y cada uno de los personajes. Además, a base de pico y pala y un habilidoso bisturí lingüístico, el autor logra darles un aire tan «familiar» que, en ocasiones, parecen describir situaciones cercanas al entorno del lector, a su propia vida y experiencias, a amigos y parientes, o, incluso, a su misma persona.

¿Y cómo lo consigue Marín-Blázquez? Básicamente, a través de la riqueza en el detalle descriptivo del momento y el detallado desarrollo del perfil psicológico de Pedro, Carmen, Luis Goyena, Ramón, Julián, Damián, Marta, Julio, etc. De una u otra manera, el autor les va desnudando en cada historia a través de conexiones actuales con el pasado, su infancia o adolescencia, propiciando un sonoro eco en, como bien podría ser el tuyo, el presente que viven.

No podemos atrevernos a decir que todas las historias sean retazos con algún que otro tinte autobiográfico –tendríamos que escuchar la confesión del autor–, pero sí que podemos afirmar –y admirar– su oceánica capacidad a la hora de gestar y gestionar el embrión de su creación literaria con grandes dosis de creatividad y fuertes emociones como las que tú, lector, puedes llegar a vivir en el devenir diario: un encuentro casual en un hotel, restaurante o autobús; el día a día con tu familia, el recuerdo de años en pandillas o el instituto, el reencuentro con tus «memorias» o viejos amigos, una visita a la gran ciudad, la relación con tu pareja o aquel momento adolescente en el que, asolado por temores o expectativas, tu cabeza bullía en busca de respuestas cuando el mundo te abrumaba con una inmensa interrogación en medio de la impasible naturaleza.

Y, ajenos a la diversidad de los estados de ánimo de cada individuo, los fenómenos naturales también están invitados a acompañar con impertérrita presencia los cambios del comportamiento humano en vidas carentes de estabilidad que persiguen un equilibrio justo para poder andar, avanzar y consolidar sus caminos.

Esa presencia de la lluvia, de calles mojadas, de pinares a lo largo de un recorrido, de un viaje en coche, tren o autobús, de una fotografía, de los prolegómenos de una comida o una fiesta quedan perfectamente retratados e instalados en nuestra mente según vamos leyendo entre páginas y relatos aderezados con un léxico tan abundante y preciso que, si cabe, engrandece aún más el carácter narrativo de la obra. 

Gracias a su cincel literario, Marín-Blázquez nos descubre diversos perfiles de protagonistas en los que, como los componentes naturales citados, irrumpen sensaciones y sentimientos de humanidad revelados a través de diálogos, reflexiones o pensamientos no exentos de la disrupción del lamento, el arrepentimiento, la incomprensión, la enfermedad o el miedo a la hora de otorgar un cierto desequilibrio existencial a los protagonistas.

Es el precio a pagar, el del contraste con la sutil propuesta del título respecto a estos infames días y este perverso mundo, todo en ruinas, santo y seña de una actualidad cada vez más alejada de la armonía, la simetría y la moderación en su irremediable trayecto hacia el abismo.