CHESTERTON: CENTENARIO DE SU CONVERSIÓN 

🗓️30 de julio de 2022 |

Ha llegado el momento, ese vaticinado por el gran Chesterton anunciando el exilio de aquellos valores y virtudes que había vivido y sentido en algún momento de su niñez y adolescencia durante la primera parte del siglo XX antes de que hicieran mutis por el foro en una civilización entonces marcada por el zarpazo de la Gran Guerra, sus prolegómenos y, posteriormente, los daños colaterales hasta alcanzar unos felices años veinte culminados por el desasosiego y la ruina económica del crac del 29.Es ahora, hoy día 30 de julio de 2022, tiempo de, con el caos socioeconómico reinante a nivel mundial, prestar atención al escritor inglés cuando celebramos su centenario abrazo a la fe católica después de un ejercicio práctico de procrastinación de catorce años desde la publicación de  «Ortodoxia» en 1908.Con toda seguridad, en este aniversario de su conversión, Chesterton debería ser tendencia mundial, el trending topic de las redes sociales actuales y el referente de la búsqueda de un sentido común inexistente en todos y cada uno de los acontecimientos que nos abruman y, sin solución de continuidad, consiguen sacarnos de nuestras casillas. A fin de cuentas, discordia y deshumanización son los principales objetivos de planes y agendas en ciernes. El Mal, en la ambigüedad, sabe desenvolverse a la perfección.Y, así, nuestras formas, estándares y temperamento han sido expuestos a múltiples pruebas que, en el proceso hacia la catástrofe multidimensional que se avecina, no dejan de cursarnos una invitación tras otra para blandir nuestra espada por querer y tener que demostrar que las hojas son verdes en verano o, por otra parte, prender hogueras como símbolo de resistencia cuando la lógica de los nuevos gurús intenta convencernos de que dos más dos no son cuatro porque los algoritmos de unos o los intereses ideológicos de otros, todos al servicio del Nuevo Orden Mundial, se han convertido en el brazo armado de la manipulación de una aletargada humanidad. En otras palabras, la paradoja de un progreso impregnado por la involución de hechos y mentes. El retroceso está servido.

Y, de manera paradójica –para eso tenemos a todo un experto como Chesterton–, aquel hombre despistado, en su mundo, y ridiculizado por sus continuas distracciones, ha seguido cosechando elogios por los méritos contraídos a lo largo de una prolífica carrera literaria cuya resonancia sigue siendo santo y seña en la efemérides de hoy con el recuerdo de esos cien años de su llegada al catolicismo. Chesterton –tipo listo y avezado– supo jugar sus bazas con críticos y sus recensiones. Su don de palabra, el manejo del léxico y la panorámica visión de lo que se cocía en la sociedad que le rodeaba supondrían el sustento de una producción oral y escrita difícilmente rebatible por sus detractores, normalmente agazapados en sus miserias ante la evidencia de las opiniones chestertonianas y los zascas de entonces, que también los había, en columnas o artículos a modo de pronta respuesta de su temida artillería literaria. Luego, ya se sabe, el típico desconcierto con la recogida de cadáveres en el frente cuando el fuego cesa. Y su sello no sólo se refiere a aspectos periodísticos o literarios, sino a la defensa a ultranza de una apologética basada en la racionalidad e historicidad de los dogmas cristianos para, tras su muerte, convertirse en fidei defensor de la razón y el catolicismo por mediación del papa Pío XI. Es evidente que la labor de convertir verdades en dogmas en el momento del debate o la discusión no está al alcance de cualquier mortal, sino de aquellos hombres capaces de plantear o proponer una duda razonable que pueda servir para la definición de un concepto religioso. Y es ahí, con el escepticismo presente, donde se generan nuevas vertientes con opiniones y creencias que originan las formas, los límites y las tendencias a seguir en función del capricho de los gestores de un mundo cuya cuna no deja de mecerse según ideologías. La revolución para lograr una auténtica democracia precisa de unos pilares democráticos que, en la actualidad, se ven menoscabados por la imposición y la falsedad que los trileros exhiben ante una población confundida por temores varios y asolada por la mentira y los excesos, siempre un defecto, de información de  sumisos profesionales a los que no les importa aniquilar su ética periodística por servicios prestados y bien remunerados.Como decía Chesterton, «si de verdad vale la pena hacer algo, vale la pena hacerlo a toda costa» y, en el presente, se está alejando el hecho de que las cosas carezcan de interés. Por fin, en diversos puntos del orbe, se respira un clima de revolución y rebelión con individuos interesados en no perder su identidad, sus libertades y aquellas virtudes y valores que forjaron el molde de la civilización occidental.