La castidad antes del matrimonio, corona de los esposos cristianos

🗓️31 de enero de 2022 |

En este mundo paganizado en el que vivimos se está extendiendo la costumbre, (muy promovida seguramente por las series de televisión completamente paganas también), de que las parejas de novios prueben a vivir la vida conyugal antes de que sea bendecida por Dios, antes de que sea conyugal. La Iglesia Católica ha establecido desde el principio que las relaciones sexuales fuera del matrimonio son pecado mortal de materia grave. El Catecismo de la Iglesia Católica dice así en el punto 2350:

Los novios están llamados a vivir la castidad en la continencia. En esta prueba han de ver un descubrimiento del mutuo respeto, un aprendizaje de la fidelidad y de la esperanza  de recibirse el uno y el otro de Dios. Reservarán para el tiempo del matrimonio las manifestaciones de ternura específicas del amor conyugal. Deben ayudarse mutuamente  a crecer en la castidad.

Esta es una sabia enseñanza que nos indica la Iglesia desde la tradición, y que en la actualidad se ha renovado por el hincapié que se ha puesto en temas de sexualidad gracias a la Teología del Cuerpo basada en las catequesis sobre el Amor Humano de San Juan Pablo II. ¿Pero por qué ese hincapié? ¿Acaso hemos olvidado toda nuestra historia?

Efectivamente, las costumbres antes establecidas se están resquebrajando por la pérdida de la creencia en Dios y el relajamiento de algunos cristianos. La Iglesia ha decidido hacer ese hincapié debido a las graves consecuencias a las que puede llevar ese comportamiento y que son de gran actualidad: aumento de los divorcios, el aborto, problemas conyugales, masificación de la anticoncepción, etc.  Pero iremos analizando poco a poco todo esto.

Primero de todo: la relación sexual debe estar subordinada a dos fines, la unión y la procreación; y ambas deben de estar íntimamente unidas para que se dé un amor verdadero entre los esposos, y una entrega y donación mutua. El mantener relaciones antes del matrimonio (dejando a un lado que te apartan de Dios y se aleja del orden establecido por él), cierra en muchos casos esta unión a la aparición de una nueva vida, pues la finalidad no es fundar una familia estable. De ahí que se utilicen mucho más los anticonceptivos, y en el caso de que llegase el bebé se pensaría de forma más fácil en el aborto.

Desde el punto de vista teológico no se llegaría a una donación mutua en este caso, ya que el amor verdadero se funda en la eternidad; y el amor eterno está dispuesto a amar en todas y cada una de las circunstancias; recordemos el juramento conyugal:

 Yo, te recibo a ti, como esposo (a) y me entrego a ti y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad, y así amarte y respetarte todos los días de mi vida hasta que la muerte nos separe.

Si la relación sexual está protegida por el sacramento del matrimonio, es porque una unión tan íntima debe ser para siempre; y las carencias afectivas que se provocan al romper con alguien con quien se ha tenido ese tipo de relación son enormes. También se va debilitando dentro de ellos la importancia del sacramento del matrimonio.

Las estadísticas afirman que una mayor parte de parejas que mantuvieron relaciones sexuales antes del matrimonio tienen una mayor posibilidad de divorciarse después de casarse en un futuro. Los jóvenes que se plantean esto tienen la responsabilidad de la felicidad de sus hijos (y la de ellos, también) en juego. El matrimonio pues, además de proteger a los hijos, protege a la mujer; ya que el varón al casarse, jura ser fiel y cuidar a su mujer y a sus hijos. El varón, al mantener relaciones antes de casarse tiende mucho más a verla a ella como un objeto de placer y no de amor, pues puede en cualquier momento abandonarla, solo estando con ella para satisfacer sus deseos sexuales.

Por lo tanto, vale realmente la pena esperar y ayudarse mutuamente a alcanzar el Cielo, pues cuando amas, siempre buscas la vida eterna de aquel a quien quieres. Para ello, por supuesto, Dios dará las fuerzas necesarias si se confía verdaderamente en él, y dará su misericordia siempre a aquellos que han caído. Sólo así, tras el matrimonio, el lecho de los esposos se convertirá en el altar del Hogar, y la continencia y la castidad serán las coronas que lleven ambos, Dios sonreirá y bendecirá a los dos, como hizo con Tobías y Sara; y dirá “Todo está bien”.