Vuelven las entrevistas a Chesterton. Como bien sabes, a través de ellas traemos a personas que tienen mucho que contar, y que, además, como grita nuestro lema, dan la cara por la Cruz.
En esta ocasión nos acercamos a Oscar Rivas, autor de Venenosos: Cómo combatir el lenguaje totalitario de la izquierda (La Burla Negra, 2024). Óscar Rivas es una persona que destaca por una trayectoria profesional multifacética que trasciende las meras etiquetas convencionales.
Nos encontramos con un hombre que armoniza pensamiento y acción, y lo suficientemente valiente como para quemar las naves a fin de conquistar terrenos que parecen perdidos. Es el caso del lenguaje político. Y es que Óscar Rivas no se queda en un lucido pero, en ocasiones cobarde, marco teórico. Lejos de ser así, en Venenosos baja al barro para combatir contra gigantes. Debemos tener presente que estamos ante un moderno David contra Goliat, en el que Goliat tiene los grandes medios de comunicación a su favor.
Rivas no es un arribista de eso que han llamado “batalla cultural”. Todo lo contrario. Para quien se la juega de verdad no hay cargos, ni sueldos ni prebenda alguna que repartir, únicamente el honor de hacer lo que se debe. Eso es lo propio del ser español y este libro es para españoles de verdad; para aquellos españoles que, como destaca el propio autor en su dedicatoria, “además de amar a España la defienden”. Su libro, Venenosos denuncia y desarma a los enemigos de la patria y lo hace con la que suele ser su arma más poderosa: el lenguaje.
Sin embargo, poco creíble sería si después de todo lo que aquí se ha comentado Venenosos fuese un libro llamado a apolillarse y a llenarse de polvo en una estantería. Nada de eso. Su libro es una llamada a la acción, un sonar de trompetas en el campo de batalla, una batalla que Oscar ya da en Razón Española, desde su dirección, al igual que en Forum Libertas o en la fundación católica donde desarrolla su quehacer profesional como director de comunicación.
Y como siempre, para defender el Bien, la Verdad y la Belleza, en una batalla de relieve donde encontraremos oposición en las trincheras contrarias, pero también, y eso que nadie lo dude, en las propias. Ya nos lo recordaba san Josemaría: “quizá el Señor permite que su discípulo se vea atacado con el arma, que nunca es honrosa para el que la empuña, de las injurias personales; con el uso de lugares comunes, fruto tendencioso y delictuoso de una propaganda masiva y mentirosa: porque, estar dotados de buen gusto y de mesura, no es cosa de todos.”
Bienvenido a Chesterton, Óscar.
Muchas gracias, es todo un placer en este vergel de fe y combate.
Tras tu libro de testimonios, Misión de audaces, publicas ahora Venenosos, un libro de corte político desde una óptica muy innovadora ¿Quiénes son los venenosos?
Como bien dices, se trata de un libro de política escrito en clave de comunicación, a mi juicio, fundamental para entender lo que está sucediendo en España. Cualquiera puede darse cuenta de que nuestra patria se ha convertido en un peligroso campo de batalla donde las izquierdas, cada día más extremistas, cada día más ultras, cada día más fanáticas y agresivas, golpean sin piedad. En este golpeo permanente, el lenguaje es su arma más eficaz, lo cual no es casual. Si su narrativa, si sus palabras expelen veneno es porque su pensamiento produce veneno. Hablan como piensan, porque piensan como hablan. A ellas me refiero cuando hablo de venenosos.
En la introducción ya te muestras rotundo al señalar que las izquierdas están en guerra
Es evidente que están en guerra. Creo que debemos convencernos de esta realidad. No desean convivir con las derechas, por eso tratan de expulsarlas de la vida pública. Tal y como advertía Hannah Arendt, una de las características del totalitarismo es el desprecio de una parte de la sociedad —la que disiente— tratándola como si no existiera. Para las izquierdas, y esto lo vemos no solo en España, la democracia parece ser cosa del pasado. Se les llena la boca de democracia, pero en su nombre la destruyen. De ahí que su narrativa se traduzca en un permanente antagonismo: rojos vs azules. “O ellos o nosotros”. Esa es su máxima. Su lenguaje allana el terreno a sus políticas divisivas y destructivas.
El subtítulo de tu libro resulta sugerente: “Cómo combatir el lenguaje totalitario de las izquierdas”. ¿Está siendo el lenguaje utilizado por las propias izquierdas desde una perspectiva totalitaria o ha sido creado con dicho fin?
Lo segundo, sin duda. Nada de lo que dicen es producto de la improvisación. Al contrario, todas y cada una de sus palabras, de sus estrategias, han sido engendradas en laboratorios de ideas cuyas fuentes intelectuales son bien reconocibles –Gramsci, Chantal Mouffe, Laclau, García Linera, Boaventura de Sousa, Carl Schmitt, Mark Bray…– Lo que el sátrapa Sánchez y sus serviles ministros perpetran desde el Gobierno de España fue importado de Iberoamérica por los comunistas de Podemos con una única intención: subvertir el régimen del 78. Reducidos hoy a la marginalidad, los dirigentes podemitas engendraron todo el veneno que hoy escupe el sanchismo. En la actualidad nos encontramos en otra pantalla.
¿Puede ser neutro el lenguaje?
El lenguaje nunca es neutro, y menos en el campo de la política. El lenguaje traduce ideas. Esto las izquierdas lo saben. Monedero no puede ser más claro: “Las palabras pueden actuar como dosis ínfimas de arsénico: uno las traga sin darse cuenta, parecen no surtir efecto alguno, y al cabo del tiempo se produce le efecto tóxico”. Para convencer al adversario, que, a día de hoy, se declara enemigo, hay que conocerlo al detalle. Pienso que en este punto el centro-derecha presenta puntos de mejora, y el libro presenta una ocasión para que enmendar este grave error.
Afirmas en Venenosos que no se puede ganar cuando usas el lenguaje del enemigo. ¿Estamos condenados a plantarnos para poder vencer?
Por supuesto. No solo a plantarnos. No vale con resistir, debemos combatir. Vivimos en un escenario de guerra cultural. Esta guerra presenta diferentes batallas: la batalla histórica, la educativa, la religiosa, la del entretenimiento… Pues bien, la del lenguaje es una batalla fundamental en la que a menudo la derecha no comparece. George Lakoff, el brillante lingüista de izquierdas, convenció a éstas de la relevancia de que el lenguaje se atenga a sus correspondientes marcos mentales. Y en gran medida lo consiguió. Hoy, la izquierda habla como piensa, en coherencia con su marco ideológico de izquierdas, mientras que la derecha, no toda, pero sí una buena parte de ella a menudo habla como la izquierda. Esto supone un peligroso contrasentido, puedes clamar a voz en grito que eres de derechas, pero si acoges el lenguaje de izquierdas, si tomas sus palabras y las haces tuyas, no te quepa duda de que terminarás pensando como ellas. En comunicación política el lenguaje no es intercambiable. Al menos no debiera serlo.
¿Puedes poner un ejemplo?
¡Claro! Uno muy básico. ¿Cuántas veces no habremos escuchado afirmar a políticos del Partido Popular que son moderados? Nadie duda que el PP sea un partido moderado, al igual que sus dirigentes. Sin embargo, al poner tanto énfasis en su moderación, lo que demuestran es que se hallan extremadamente condicionados por la propaganda izquierdista que les acusa de extremistas. Lo que vienen a decir con ello es: ”no somos extremistas”. No parecen darse cuenta de que, con su autoafirmación, que se basa en una negación, lo que están haciendo es enfatizar la acusación del otro, es decir, que “el PP es un partido de ultraderecha”.
Al final, esta formación se pasa la vida insistiendo en negar lo que la izquierda afirma que es. Se trata de una vieja trampa en la que las izquierdas insisten desde hace décadas. ¿Por qué? Porque les resulta muy eficaz. A UPyD lo catalogaron de “fascismo fashion”, a Ciudadanos de “nido de falangistas”, el PP fue siempre en sus palabras “extrema derecha” y ahora que está Vox, como era de esperar, toma el relevo. En mi opinión, Vox parece tener claro que no hay que seguir ese juego, pero el PP siempre parece ir por detrás de la izquierda. La comunicación política es anticipación, si te limitas a estar a la respuesta, estás muerto. Los “populares” deberían madurar sobre este aspecto.
Cuando la derecha vence, al carecer de lenguaje propio ¿convence?
Permíteme que te responda con otra pregunta: ¿te convencería a ti alguien que diciéndose de derechas se autoproclama “progresista”, se le llena la boca de “empoderamiento” y utiliza el lenguaje inclusivo –que no puede ser más excluyente–? ¿te convencería alguien que te habla de “violencia de género” –expresión que criminaliza al hombre–, que a duras penas distingue entre “género” y “sexo”, o que se define como “feminista” –sin comprender que el autoproclamado feminismo no es sino una edición actualizada de la lucha de clases en clave supremacista–? ¿podría convencerte de algo quien, a la mínima, te llama machista, tránsfobo, homófobo, xenófobo, ultra y todas esas patrañas que, de manera tan interesada como sesgada, ha creado la izquierda? En política quien nombra manda, y en este sentido, como en tantos otros, manda la ultraizquierda, ya sea bajo la etiqueta del PSOE o en cualquiera de sus versiones bolivarianas. Reitero lo dicho: habla como las izquierdas y pensarás como ellas. Renunciar a un relato propio con un lenguaje propio equivale a caer derrotado sin comparecer en el campo de batalla. ¿Y quién lo paga? El pueblo español, en especial los más débiles.
Decía Agustín Laje que mientras la derecha está en las cuentas, la izquierda está en los cuentos…
Toda la razón. Hay muchos representantes políticos situados en el arco ideológico de derechas que oponen como gran fortaleza su capacidad para gestionar la economía. Esto a la izquierda le resulta indiferente. Si nos centramos en la experiencia actual ¿a qué derecha ataca con más fruición? ¿a la que se centra en la gestión o a la que defiende valores? La izquierda persigue la hegemonía cultural porque sabe que ésta arrebata también al enemigo una victoria política duradera. Si no tienes la hegemonía cultural, puede que gobiernes una legislatura o dos incluso, pero lo harás bajo el imperio del mandato ideológico de izquierdas y siempre en los términos que esta te consienta.
¿De qué me sirve que la izquierda pierda o que la derecha gane si cuando ésta llega al Gobierno se muestra incapaz de revertir el orden establecido por la izquierda cuando gobernaba? Los cuentos de la izquierda le proporcionan a ésta más rédito que sus reiterados fracasos en la gestión. De ahí que vuelvan una y otra vez al poder. Pero, además, sus cuentos están salpicados de palabros que, en la dinámica actual, explican un cambio de régimen y anticipan una dictadura: “bloque histórico”, “patear el tablero”, “sentido común de izquierdas”, “voluntad colectiva”, “identidad colectiva”, “irreversibilidad relativa”… Su jerga es premeditadamente confusa, hay que traducirla al lenguaje llano.
Tras leer Venenosos pienso que uno de los grandes logros del libro es que encuentras conexión en temas aparentemente inconexos ¿por qué la gente común no puede verlo?
Bueno, es lógico, me dedico a la comunicación y tengo formación como politólogo. De uno u otro modo, esta cuestión ocupa mi centro de interés. Llevo muchos años estudiando a las izquierdas españolas, con especial atención a su lenguaje. El español bastante tiene con llegar a fin de mes como para tener que ponerse con este tipo de disquisiciones.
Además, no podemos obviar la influencia que ejercen los grandes medios de comunicación; están consiguiendo normalizar lo anormal. Las izquierdas, pese a lo que dice su propaganda, cuentan con el apoyo de los poderosos. Cuanto más poderosos son, más respaldan a las izquierdas. Un día éstas afirman que los etarras son gente de paz, y al día siguiente los medios lo reproducen como un mantra incuestionable. Para estos medios, las izquierdas, que son muy ultras, pasan por “progresistas, y las derechas, porque así lo mandan las izquierdas, se convierten en “la ultraderecha”. Hoy en España Bildu influye en el Gobierno y tampoco pasa nada. De hecho, los medios lo ven muy normal. A todo esto, súmale el mundo del entretenimiento, las series, por ejemplo. En suma, lo anormal es normalizado y la mentira también. No hablo de posverdad, hablo de mentira. De mentira organizada. Hannah Arendt dedicó bastante espacio a explicar la influencia que esta variante mentirosa adquiere en los regímenes totalitarios.
Y, sin embargo, su libro es muy fácil de leer y de comprender
Ese ha sido mi gran objetivo, escribir un libro que cualquiera pueda comprender sin tener que esforzarse demasiado. Podía haber escrito un libro muy teórico, pero ¿qué sentido tendría? Como señalaba al principio, nos hallamos en un contexto cultural y político extremo, donde todos y cada uno de nosotros debemos combatir con los talentos que Dios nos ha prestado. En este caso, mi deber es hacer entender a mis compatriotas, a través de cientos de ejemplos, que lo que está sucediendo en nuestra política, lejos de ser normal, es de todo punto anormal; que las palabras que utilizamos en nuestro día a día son fundamentales porque traducen nuestras ideas y porque en el mundo que vivimos no hay palabra inocente; que somos nosotros las que debemos poner nombre a todo lo que hacen y dicen unas izquierdas que en España nada tienen de modernas, progresistas, democráticas y sí mucho de carcas, liberticidas y, por encima de todo, venenosas. Porque la realidad es que su lenguaje mata. Hay que combatirles con las mismas armas, pero también con la misma audacia o determinación que demuestran ellas. Es una virtud que, a decir verdad, envidio.
¿Hay esperanza en las nuevas generaciones de jóvenes o las leyes educativas han acabado con cualquier resquicio de esperanza?
Claro que hay esperanza. Las izquierdas ponen su empeño en minar precisamente eso: nuestra esperanza. Quieren convencernos de que todos sus cambios, a cuál más revolucionario —“transformaciones” las llaman— resultan irreversibles. Pretenden concienciarnos de que no hay retorno al pasado. Y, en efecto, no queremos volver hacia atrás, porque es allí hacia donde nos retrotraen estas izquierdas trasnochadas, también hablo de eso en el libro. Nos impregnan de un pesimismo que busca nuestra parálisis, nuestra inacción. Pero no nos llamemos a engaño: se trata de otra trampa. Una nueva trampa que, como todo en su lenguaje, tiene como objetivo inocular nuestros cerebros con su mentira organizada. No sé si somos más, pienso que sí, pero desde luego, somos mejores en todos los sentidos. Son villanos. Frente a su veneno execrable, no hay mejor antídoto que nuestro patriotismo, que es más, mucho más, que una palabra. Venenosos es una explícita llamada a la acción; a la de los jóvenes y a la de quienes no lo son tanto. La defensa de nuestras libertades es una misión a la que todos estamos llamados. La libertad que no se lucha no se merece. Para ganar hay que combatir. O luchamos, o perecemos, no ya como nación, sino como civilización.
Director de Chesterton.es Esposo y padre. Graduado en Derecho con estudios en Administración y Dirección de Empresas. Profesionalmente dedicado a las Redes Sociales y la Comunicación.