España de tronos, saetas y mantillas.

🗓️24 de abril de 2022 |

Hace ya un tiempo, Álvaro Guzmán me invitó a escribir en chesterton.es. Acogí con ilusión su llamada, y me puse a pensar en temas sobre los que podría versar mi primera colaboración. Para inspirarme leí algunos de los artículos de la publicación, y tan alto es el nivel que me sentí incapaz de estar a la altura de tan insignes articulistas. Fui dejando pasar el tiempo, sin olvidar del todo la invitación de Álvaro. Estos días la Semana Santa, algunas cosas que he leído en redes sociales, me han puesto en bandeja mi primer artículo, si los editores de chesterton.es tienen a bien publicarlo. Sigo sintiéndome indigno de compartir firma con los que aquí escriben, así que espero sepan disculpar mi atrevimiento.

Leo en redes sociales, refiriéndose a las procesiones y otras manifestaciones de la piedad popular que estos días inunda las calles de nuestra geografía, cosas como “España oscura y tétrica de rosarios y procesiones”; “la inmensa mayoría de los que salen estos días a la calle no pone en práctica el cristianismo”; “está intacta la España de la caza de brujas y las supersticiones y de los alardes religiosos callejeros, es el exotismo anacrónico que los turistas ven como entomólogos”; “la Semana Santa me retrotrae al oscurantismo que amargaba la infancia”. Son sólo algunas de las lindezas que estos días se leen si uno se asoma a Twitter, a Facebook o a los artículos de opinión de determinados periódicos. Me pregunto qué infancia han tenido estos personajes. Qué oscuros episodios han forjado ese odio mezclado de ignorancia y resentimiento. Y pienso qué tristes y qué amargas deben de ser sus vidas a juzgar por esa necesidad tan imperiosa que tienen de ensañarse con todo aquello que no entienden. Hablan también de despilfarro para criticar las procesiones, pero son los mismos que defienden al Gobierno más caro de la historia de nuestro país, y los mismos que defienden otro tipo de manifestaciones callejeras, que como son laicas parecen no causar ningún problema y lo que se gaste en ellas no es importante.

No voy a entrar aquí, en todo caso, a criticar esto último, no es objeto de mi artículo. Quiero simplemente señalar la hipocresía y la incoherencia de algunos, para los cuales según de qué se trate, determinados gastos son despilfarro o libertad de la expresión y la voluntad popular. No quiero, no obstante, detenerme en esto. La intención de mi artículo es hacer hincapié en esa necesidad de ridiculizar y atacar lo que no se conoce y lo que no se entiende, y llamar a una reflexión al respecto. ¿Por qué tanto odio? ¿Qué daño hacen todos esos que estos días procesionan por nuestras calles, portando imágenes de bellísima factura talladas por ilustres escultores de la imaginería popular? ¿Qué daño pueden hacer a la vista una Virgen dolorosa o un Cristo llagado? ¿Qué daño puede causar la ilusión de todos esas personas que se preparan durante todo el año para salir en procesión con sus cristos y sus vírgenes? ¿Qué daño esas preciosísimas obras musicales que acompañan los pasos? En estos días, obras de arte en forma de tallas y de música recorren las calles de las ciudades de España. ¿De verdad ello es motivo para que a algunos les sangren los ojos y les supure odio del corazón?

Quiero, como decía más arriba, llamar a la reflexión, pero no sólo de esas personas llenas de amargura y miseria, que, probablemente, no me leerán. Sería bueno que en estos días también los católicos hagamos un ejercicio de examen de conciencia. No pocas veces he escuchado decir a católicos de misa diaria que la mayoría de los que salen portando los tronos en Semana Santa no tienen nada de católicos porque durante el resto del año no pisan las iglesias, y que todo eso es hipocresía. Bien nos valdría callarnos y no criticar, no juzgar para no ser juzgados. Bien nos valdría callar y respetar, porque no tenemos ni idea de lo que hay en la profundidad de las almas de esas personas, ni sabemos de los medios y los caminos de los que se puede valer Dios para llegar a los corazones de quienes no pisan la iglesia, pero en Semana Santa lloran cuando ven a su Virgen salir de la iglesia de su pueblo y recorrer las calles entre vítores, saetas y bellísimos acordes musicales. No juzgar para no ser juzgado. Y, en la medida de las posibilidades de cada uno, poner amor donde no hay amor para obtener amor. Quizá así, si Dios lo quiere, podamos llegar al corazón emponzoñado de esos que odian lo religioso y todo lo que lo rodea. Y sólo dando ejemplo podremos llegar a los que dicen que los que participamos de las procesiones y los Oficios de Semana Santa nada tenemos de cristianos. Al fin y al cabo, al final de nuestras vidas se nos juzgará por eso, por el amor que hayamos sido capaces de poner en todo aquello que hicimos y en todas las relaciones que tuvimos. Feliz Pascua de Resurrección a todos.